Hace unos días escuchaba a mi gran admirada actriz Marisa Paredes comentar en la cadena Ser que recordaba con alegría la emoción al parir a su hija en el año 75 cuando el dictador ya agonizaba, pensando que nacería en democracia, un sentimiento totalmente opuesto al que sintió en el 2022 al nacer su nieta y pensar: “Dios bendito, esta criatura vivirá algo que yo pensé se había terminado, que es la dictadura y el retraso en todos los derechos que afectan al ser humano en este país”. Ante tal comparativa, el estupor me impide cualquier réplica.

Javier Molina, batería de “Los hombres G”, declaraba hace unos meses: “En aquel tiempo nadie se ofendía si decías lo que te salía de los huevos y te metías con un gay, una gallina o una vaca y no pasaba nada y eso, es gracias a un pensamiento político concreto”. Lo que me pareció más curioso, es que David Summers no interrumpiera a su amigo, aunque solo fuera por respeto a la ideología política de su padre.

Mejor, ya que la aclaración perfecta para el batería o el mismísimo Guerra en el hormiguero, la tiene el cómico Joaquín Reyes, quien, con la brillantez que le caracteriza, opinaba sobre la teoría de la cancelación: “No comparto la reflexión, esta de no poder hacer chistes de nada, no te censuran, te critican, no es lo mismo. La censura la ejerce el poder, la crítica, el público. Ahí está David Broncano, por ejemplo, con La Resistencia, donde se rebasan todos los límites. Creo que tiene que ver más con tu incapacidad de tolerar la crítica. Miguel Bosé, por ejemplo, cuando le dio por decir burradas, hablaba de la teoría de la cancelación en la portada del País Semanal… Si es que el chiste se cuenta solo…”

La cantante Olvido Gara (Alaska), pasó con quince años, de orinarse en la cara de la actriz Eva Siva, (en la ya conocida como “La película más bizarra de Almodóvar”) “Pepi, Luci, Boom y las chicas del montón” (1980) a casarse con un tal Mario Vaquerizo, un ambiguo amigo de Carmen Lomana o Bertín Osborne que suelta cosas como esta cuando otra amiga suya, Ayuso, le contrata para representar Madrid en una campaña: “No está ni en Ayuso ni en mí, está en los gilipollas dictadores sociales e informáticos que me comen el coño”. Ahora Alaska, colabora semanalmente en radio con Jiménez Losantos e insiste, como su esposo, que no hay libertad. Oír para creer.

Las lista de los aburguesados es tristemente extensa, así que ya solo queda recordar a un músico que le cantaba al inmigrante, al budismo, al VIH y a las lesbianas y que ahora vota a un partido que defiende todos los intereses de las personas menos justamente los que él defendía y casi abanderaba. Nacho Cano sigue perdido en su habitación sin saber qué hacer, pero entre tanto, trae bailarines de otros países con visado para noventa días y sin contrato, para su musical (subvencionado entre otros por RENFE, bueno, ya no), haciéndoles trabajar diez horas diarias de lunes a viernes por una beca pagada en efectivo de trescientos euros mensuales (según denuncian los trabajadores). Lejos de admitir el delito, acusa a la policía de corrupta. Alguien debería explicarle que a la policía no la envía el gobierno porque sea amigo de Ayuso, como tampoco al novio o al hermano de la susodicha. Aquí no se retracta nadie, son héroes de la Antártida.

Supongo que piensan que Churchill tenía razón cuando decía “Si a los veinte años no eres comunista, no tienes corazón, si a los cuarenta lo sigues siendo, no tienes cerebro”, que lástima que no coincidiera con Pepa Flores (Marisol) para que se lo explicara.

Especializada en temas de feminismo, sociedad y cultura.

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