Detlef Surrey es un dibujante alemán que está viajando por Andalucía. Y cuando viaja, Detlef siempre lo hace acompañado de su libreta, de esta manera nunca se siente solo: donde llega, la abre y empieza a dibujar. Nunca faltan curiosos que se interesan por su trabajo y lo felicitan con respeto y simpatía.
Recuerda divertido, un viaje en avión donde las serias y profesionales azafatas, al verlo dibujar, se turnaban para estar un rato a su lado, agachándose a la altura de sus manos para ver la evolución del dibujo, riendo y enredando con sus lápices, como las niñas que fueron.
Pero lo más interesante de sus viajes es poder conectar con los urban sketchers allá donde va, y quedar con ellos para dibujar en grupo, la mejor manera de conocer una ciudad nueva y hacer amigos. “Jamás he conocido un dibujante antipático” asegura “todo lo contrario, la gente suele ser muy amable, a menudo terminan invitándote a sus casas y presentándote a la familia. Seguramente es debido a que el dibujo urbano es una afición muy sana, con la que no se gana dinero, y no existe ningún tipo de competencia, al contrario, se comparten experiencias y trucos.”
(El movimiento internacional Urban Sketchers lo creó el periodista barcelonés Gabriel Campanario, en Seattle, en 2007 como una comunidad global de dibujantes. Se redactó un manifiesto –traducido a más de veinte idiomas– y ya van por el octavo simposio internacional. Miles de dibujantes se citan regularmente en cientos de ciudades de todo el mundo y cuelgan sus trabajos en la red.)
Detlef es un berlinés simpático, amable y políglota. Había cambiado los estudios de Política por Bellas Artes, y se preocupó en hablar bien el castellano para poder viajar por Latinoamérica para conocer de cerca los procesos revolucionarios que admiraba. En 1983 estuvo unas semanas en Barcelona y quedó impresionado por la cantidad de revistas de cómic que se publicaban. Descubrió el eclepticismo que escondían la línea clara del El Cairo y la línea chunga de El Víbora, así como el experimentalismo de otras publicaciones como Madriz, Rambla, Complot!, Bésame Mucho Makoki…
A su regreso obtuvo un gran éxito con Emil (1984-1991), una tira cómica que publicó en la prensa alternativa y ecologista Die tageszeitung, y que debe mucho al estilo gráfico y “limpio” del cómic franco-belga. Emil todavía tiene seguidores que lo recuerdan con cariño.
Además del cómic, a Detlef nunca le ha faltado trabajo como ilustrador, tanto en la publicidad como en el mundo editorial. Su humor sutil y blanco a recorrido desde los libros de texto para estudiantes, hasta las páginas salmón de la prensa económica.
En 2012 alcanzó otro éxito inesperado en el cómic creando Karlchen Adler (Águila Carlitos) una mascota inspirada en el escudo alemán, utilizada para enseñar a los niños el funcionamiento del Bundestag (Parlamento alemán). Su mujer, que es maestra, se ha convertido en su mejor consejera, permitiendo su presencia cuando, con los alumnos, han visitado el Bundestag, pudiendo comprobar directamente qué es lo que interesa y atrae –o no– a los niños de una institución tan antigua y seria.
En los distintos cuadernillos que se han publicado, a podido utilizar los conocimientos adquiridos en sus estudios juveniles de política, contrastando su visión alternativa de la sociedad con una didáctica al servicio de las nuevas generaciones de la Alemania unificada. Todo un reto que espera contribuya a la superación de los traumas históricos por parte de los más jóvenes.
En 2015, al cumplir 60 años pensó que se merecía unas vacaciones, en parte porque el éxito económico de su trabajo hacía que, si se excedía en la “autoexplotación”, terminase ganando más dinero Hacienda que él. También se percató que hacía diez años que no trabajaba directamente sobre el papel, por lo que se compró unos cuadernos y empezó a dibujar en ellos, al tiempo que contactó con Urban Sketchers y programó un viaje veraniego que empezó en Barcelona, siguiendo en Perpignan, Montpellier, Clermont-Ferrand, Lyon, París, Manchester y, finálmente Amsterdam, donde se reunió con su mujer.
A los urban sketchers los ve como una “tribu” de amigos, donde sabe que siempre será bien recibido, sin importar la ciudad, el país, el idioma… en cierto modo le recuerda los movimientos hippie y/o alternativos de su adolescencia.
En su primer viaje como urban sketchers, había descartado Andalucía para evitar el temido “ferragosto”, pero al poder hacerlo en la primavera de 2017, no dudó en conocer un país del que había oído hablar tanto y tan bien. Como el pecado suele llevar implícita la penitencia, se encontró con unos días de primavera inusualmente fríos y lluviosos, teniendo que abrigarse en lugares como Cádiz y Málaga y, en muchas ocasiones, dibujar desde cubierto. Pero se muestra feliz de la experiencia, y por la buena acogida que le han dispensado los dibujantes andaluces.
Después de dibujar en Málaga, Cádiz, Granada y Sevilla, viajará hasta el Pirineo leridano para un encuentro de ilustradores alemanes y catalanes que organiza su amiga Karin Schliehe en Rivert, un pueblo del Pallars Jussà.