“People have the power” canta la entrañable Patti Smith, y en tal mensaje incidieron los distintos oradores que intervinieron en el mitin-presentación de Un País en Comú, el nuevo proyecto político que aspira a conseguir la hegemonía electoral en Catalunya.
Las Cotxeres de Sants, escenario histórico de tantos actos reivindicativos convocados en la Ciudad Condal, vio desbordado su aforo la mañana del domingo 29 de enero por los miles de personas que asistieron a la presentación de Un País en Comú, formación soberanista, internacionalista, feminista y ecologista que promueven cuatro partidos de la izquierda catalana: Podemos, Comunes, Iniciativa per Catalunya Verds-Esquerra Unida i Alternativa y Equo.
En tono festivo, el acto se inició con un aperitivo musical de sones mestizos y hondura poética, mientras el comando pictórico del Movimiento por la Liberación Gráfica de Barcelona rellenaba un gran panel con dibujos alusivos a la causa. Una euforia contenida se respiraba en el ambiente, tras el triunfo de la coalición de izquierdas catalana en las dos últimas elecciones generales.
El balance Colau
La ronda de intervenciones fue inaugurada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Alma y líder indiscutible del movimiento aunque sus responsabilidades municipales le impidan —por ahora—encabezar la nueva formación, una tarea encomendada al diputado Xavier Domènech. La munícipe —que se manifestó emocionada por la música y la numerosa audiencia— entusiasmó al auditorio desde sus primeras palabras. La gente, dijo, se está dando cuenta de que el poder está en sus manos, e invitó a todos los ciudadanos a hacer política en todos los ámbitos posibles, desde la calle hasta las instituciones. No sin pedir perdón por su “barcelocentrismo” (asistían al acto grupos llegados de todas las comarcas catalanas), la alcaldesa hizo votos por una capital tan catalana como cosmopolita, acogedora y diversa (“Tiremos abajo todos los muros del miedo”, pidió a los presentes), igualitaria y popular; un espejo urbano de esa nueva fuerza, Un País en Comú, que debe ir “más allá de las instituciones” para crear “un nuevo espacio político (…) que sume identidades” e incluya a los movimientos sociales de liberación, solidaridad y derechos humanos.
Tenaz como pocos (ni sus adversarios pueden dudarlo), Colau defendió la “feina de la formigueta” (el trabajo de la hormiguita) como método de acción y de éxito. Una táctica avalada por los logros de su gobierno municipal, que repasó someramente: presupuestos municipales con un 50 % de incremento en las partidas sociales, Plan de Alojamientos Turísticos (el cual, según sus palabras, había despertado el interés de ciudades de todo el mundo), Plan de Vivienda que cuadruplica la inversión municipal en vivienda social, multas a bancos por no ofrecer pisos vacíos en alquiler social y a compañías eléctricas por realizar cortes de suministro sin previa consulta a los servicios sociales municipales… Triunfos que la anciana partitocracia tildaba de actuaciones demenciales y que hoy en día se han hecho realidad gracias al soporte popular. Se dolió, eso sí, de que la actual legislación no permita a los ayuntamientos regular el precio de los alquileres, por lo que hizo votos para promover reformas legales que amplíen la autonomía y jurisdicción municipales.
La alcaldesa concluyó su plática con una declaración de principios que a la par son objetivos inmediatos. Por orden de cita: soberanismo vía referéndum, reversión de los recortes sociales, fiscalidad justa (“que los ricos paguen mucho más”), apoyo al sector agrario (no dejó de invocar la necesidad de una soberanía alimentaria), soberanía energética, “economía social y cooperativa”, oposición a proyectos especulativos como el Barcelona World (macrocomplejo turístico de 825 proyectado por la Generalitat en el litoral de Tarragona) y, por supuesto, lucha feminista.
“Somos mucha gente” y “Vamos despacio porque vamos lejos” pudieran ser las dos frases lapidarias que reflejarían fielmente el espíritu combativo —aunque tranquilo— de Colau, arropada por los presentes al grito entusiasta de “¡Sí se puede!”.
La génesis de un partido
Tras las palabras de la alcaldesa de Barcelona subieron al podio de los oradores seis representantes de la nueva formación, que expusieron brevemente los contenidos de los seis ejes temáticos de trabajo que vertebrarán el ideario del partido:
“Un nuevo modelo económico y ecológico basado en el bien común”. Parte del principio de que la economía no puede ser una dinámica independiente, ajena a las decisiones democráticas de la ciudadanía. Los grandes problemas a combatir son la especulación, los paraísos fiscales y los oligopolios. Los grandes objetivos: la reindustrialización de Catalunya, la renovación del sector primario, la revitalización del comercio de proximidad, la promoción de la investigación y la recuperación de los bienes comunes (energías y agua).
“Un nuevo modelo de bienestar para una sociedad más justa e igualitaria”. Se aboga por salarios y pensiones dignos, la lucha contra la evasión fiscal, un sistema progresivo de impuestos, una educación pública de calidad, sanidad universal sin injerencia de intereses mercantiles, derecho a la vivienda y a los suministros básicos, y alquileres asequibles para evitar el abandono de los barrios.
“Un país fraterno y soberano en todos los ámbitos”. Un País en Comú postula un eje de soberanías que no se limita al aspecto jurídico-nacional, aunque apoye la celebración de un referéndum de autodeterminación para Catalunya (no se dijo en qué condiciones, si pactado o no con el Estado), a realizar en una situación de “liderazgo de las clases populares participativas”. Esa participación se favorecerá reforzando el poder y protagonismo político de los municipios. Además, el Tribunal Constitucional es criticado como instrumento de “recentralización”. En el plano internacional se rechaza el polémico tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos, considerado como una cesión de soberanía democrática.
“Una revolución democrática y feminista”. El cambio que preconiza la nueva fuerza política “será feminista o no será”. Pero también estará sustentado por la “radicalidad democrática”, entendida como influencia real de los ciudadanos en los asuntos públicos (más allá del voto ritual); la memoria de las luchas civiles precedentes; el pacifismo y la defensa de los derechos humanos.
“Un país inclusivo donde quepa todo el mundo”. Catalunya debe seguir siendo un país de acogida, donde la igualdad en derechos y deberes no anule la diversidad cultural. Se defiende la inmersión lingüística escolar en lengua catalana como vía de inclusión de esa diversidad y para garantizar la igualdad de oportunidades. De nuevo se mencionó la necesidad de que la mujer alcance la plena igualdad social y laboral con respecto al hombre, reivindicación que incluye la plena potestad sobre su cuerpo. Finalmente, la tarea inclusiva también debe dedicarse a esa “generación perdida” de jóvenes condenados al paro o “el exilio”.
“Un proyecto de país desde todos los territorios”. Catalunya padece de centralismo y amplios territorios rurales y periféricos necesitan de inversiones para homologar sus servicios públicos a los de las zonas urbanas principales.
Tal como explicó la organización del acto, los seis ejes temáticos serán debatidos hasta principios de abril de 2017 en setenta talleres repartidos por la geografía catalana y abiertos a la participación de toda la ciudadanía. Durante dos meses funcionará una página web a través de la cual también se podrá participar en el proceso de debate. En abril, una asamblea ciudadana votará las conclusiones alcanzadas en los trabajos previos. Los interesados hallarán información en: unpaisencomu.cat
El peso de la memoria
La ronda de oradores se cerró con la intervención de Xavier Domènech, diputado en el Congreso y líder factual de la fuerza política en ciernes. El orador dejó traslucir su condición de historiador, porque gran parte de su discurso —aparte de nuevas apelaciones a la concienciación de la ciudadanía y el poder de la gente— repasó los hitos del pasado de los que Un País en Comú se considera legatario. Entre ellos, la huelga de La Canadiense, conflicto acontecido en 1919 e iniciado en la principal central eléctrica de Barcelona: la lucha obrera se extendió a toda la ciudad y gran parte de Catalunya, con el resultado de una victoria histórica, la concesión de la jornada laboral de ocho horas no solo para los obreros catalanes, sino para “los hermanos de todos los pueblos de Iberia”, en palabras de Domènech que hicieron estallar uno de los aplausos más nutridos de la mañana. Por supuesto, también hubo espacios para el recuerdo de la lucha sindical y antifranquista en tiempos de la dictadura del general Franco, y por empresas más recientes como el feminismo, el 15M y las iniciativas contra los desahucios, pobreza energética y similares, puesto que ni se ha salido de la crisis “ni podemos esperar” que los poderes económicos oligárquicos acaben con ella. “Las instituciones deben estar al servicio de las personas, y no al revés.”
En cuanto a las perspectivas del partido en gestación, Domènech reafirmó su “voluntad mayoritaria” y se mostró convencido del potencial popular que lo empuja. “Lo que no va a pasar, cuando nos juntamos pasa”, sentenció.
Editor, periodista y escritor. Autor de libros como 'Annual: todas las guerras, todas las víctimas' o 'Amores y quebrantos', entre muchos otros.