La clase entera de rasgos asiáticos, de la universidad de Seul, miraba atónita al profesor que intentaba explicar de forma elocuente el mito de la Atlántida de Platón. Lo primero que hizo fue hablarles de un futuro indeterminado, cuando ya había terminado la invasión rusa sobre el continente europeo, después de derrotar a la OTAN y ante la indiferencia de Estados Unidos y su doctrina Monroe, cuando los flujos migratorios se habían dado la vuelta y los españoles intentaban entrar de forma ilegal en un nuevo país que se había formado en el antiguo Marruecos, que había desparecido después de unirse con Argelia y parte de Mauritania. Atrás quedaba el punto de inflexión cuando un olvidado político europeo llamado Abraham Merkel, proclamó en el desaparecido parlamento europeo su profético discurso titulado: La Casa Divida. Tal vez nadie le escuchó porque los políticos de entonces estaban más preocupados de perdonarse a ellos mismos como clase dirigente, sus propios pecados, al tiempo que ignoraban una paralela proliferación de una impunidad de la delincuencia organizada, además de la corrupción y la pérdida de la soberanía moral y económica de sus países miembros. Esa fábula trata de una de esas pateras que partió desde Tenerife y se encontró con los disparos al aire de marina del ejército del nuevo país que repelía de esa forma tan contundente la inmigración española. Entonces, un temporal —tan frecuentes con el cambio climático— les sorprendió de repente y quedaron a la deriva en el océano Atlántico. Después de navegar seis días por aguas desconocidas, de sus cientos de ocupantes de diversos orígenes sociales, solo tres habían sobrevivido: una persona sin adoctrinar, una persona seguidora de la doctrina Woke, y otra seguidora de doctrina populista de la extrema derecha.
__¿Alguien puede escucharme? creo que me he quedado completamente sordo—preguntó el seguidor de la doctrina Woke.
__Yo, sí puedo oír, pero me parece que me he quedado ciego–replicó el seguidor de la populista doctrina de extrema derecha.
__Yo tengo todos mis sentidos intactos, y sé que la clave está en el equilibrio, pero creo que tengo tanto estrés, que he perdido la fe en el ser humano. De hecho, ya no puedo guiaros a ninguno de los dos—informó la persona sin adoctrinar, que era la única que sabía la ruta que debían seguir, pero que después de todas las peleas con resultado de muerte, que se habían producido entre los náufragos, había perdido las ganas de hablar.
__Lo cierto es que estoy desengañado, yo que siempre he creído en la tolerancia y he defendido a los débiles, porque una nefasta excepción: un individuo intolerante de esos marginados, al que ofrecí mi ayuda, y ahora quería mi último trozo de pan, me golpeó en la cabeza con un palo —dijo el defensor de la doctrina Woke.
__A mí en cambio me pasa lo contrario, ya no creo en la extrema derecha. Ahora que soy tan pobre me dado cuenta de que el liberalismo y su exceso de justicia particular lleva a la injusticia social —replicó el seguidor de la extrema derecha.
En efecto, la vida es injusta –explicó el profesor a sus alumnos—mientras continuaba con su ejemplo y se apoyaba en el pensamiento del tercer ocupante de la patera: alguien sabía que la clave estaba en el paso por el estrecho, pero dudaba de ejercer el liderazgo porque pensaba que podía poner en riesgo su vida. Entonces la persona sin adoctrinar dijo en voz alta y clara:
__Debe ser mi destino morir en una caverna—les dijo mientras tomó el timón y mientras ellos afilaban sus cuchillos, recordó para sus adentros los libros de la guerra civil española. Irónicamente, era mejor pasar por el sitio más vigilado. No en vano, los golpistas del 36 no se consolidaron en ciudades como Sevilla, Cádiz o Jerez, hasta que no pasaron unidades de diferente credo religioso del Ejército de África, a través del estrecho. Lo que los otros náufragos ignoraban era que esta vez el golpe se había producido en el país vecino, y aunque ellos probablemente nunca lo iban a ver, la democracia triunfaría en el Norte de África, con la llegada otra vez de las tropas de diferente credo, es decir, esta vez las españolas.
Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.