Pau Riba. Concerts d’estiu.

Cualquier intento de definición resultaría ortodoxo y encorsetado para retratar a Pau Riba. Como todo es cíclico, el discurso de su generación recobra más vigencia que nunca: espíritu crítico sin dogmatismos y sentido del humor sin banalidad. No se muerde la lengua a la hora de criticar el lodazal tecnológico en el que estamos sumidos y aboga por un retorno a las raíces, a la madre naturaleza, para disminuir la vergüenza que siente hacia la especie humana. Sus dardos envenenados se concentran en la habitual parodia de Navidad, “Jisás de Natzaret”, previsto para el 21 de diciembre en el C.A.T. de Barcelona, el 23 en Montgat (Biblioteca Tirant Lo Blanch), el 25 en Mataró (Sala Privat), el 26 en Les Borges Blanques (Slàvia), el 28 de nuevo en el C.A.T., el 29 en Granollers (Centre Cultural) y el 30 en Lleida (Cafè-Teatre L’Escorxador). Para él todo es juego, pero la diversión no se puede confundir con el jolgorio nihilista, igual que la libertad no es carta blanca sino responsabilidad para elegir el rumbo adecuado y así como la creatividad debe ser guiada por el criterio.

¿Cómo fue el estreno del espectáculo “Jo, la donya i el gripau”?

Pau Riba-. “Magnífica, fue una fiesta total. Estábamos toda la familia y los amigos, fue muy emotivo. Las canciones ya lo son bastante, había overbooking en la sala, éramos unas 500 personas”.

¿Por qué decidiste reeditar este disco, al margen del hecho que cumplía 40 años?

Pau Riba-. “Éste fue el pistoletazo de salida: de golpe me di cuenta que mi hijo ya tenía 40 años, cosa que me cayó como un jarro de agua fría porque ya no es ni joven, es un señor mayor y dentro de unos años será un abuelo…Este disco también cumplía 40 años y como ahora es mío porque he ido comprando mis discos, cosa que es un poco triste…En este sistema en el que vivimos, eres autor de tu obra pero no propietario, como mínimo en la música. Entonces pensé que era el momento de reeditarlo, además hacía tiempo que no estaba en el mercado porque PDI, que era el último propietario, cerró hace unos años. El proyecto empezó a respirar muy bien desde el principio, elegí unos músicos concretos y determinados, uno por uno, el denominador común es que son músicos muy especiales, muy multiinstrumentistas, capaces de hacer cualquier cosa, y creadores de instrumentos al mismo tiempo. Yo quería que todo fuera una fiesta, un show, un juego, y lo conseguimos. No eran ruidos que metimos allí sino porque todos esos cacharros nos sirven para hacer música y se conseguido unos arreglos curiosos e interesantes”.

También hubo un interés periodístico que le dio el empujón final ¿no?

Pau Riba-. “Sí, por otro lado un periodista de Formentera me escribió una carta y me dijo que estaba haciendo un triple reportaje de los creadores musicales que habían hecho discos en Formentera, que eran Pink Floyd, King Crimson y Pau Riba. No me hizo preguntas muy concretas, sólo me dijo que hablara tranquilamente del tema sin estresarme y no me condicionó en ningún sentido. Aquella experiencia fue muy espiritual, elevada e intensa en un contexto irrepetible dentro de la civilización, y yo estuve muchos años bloqueado. Al escribirme, me salió todo y después me animé. Él sólo tenía que hacer un artículo de periódico de dos páginas y yo pensé en hacer un libro-disco y la cosa empezó a crecer. Por otro lado, hice un recuento de la gente que ya no estaba: la Mercè, la propia Donya, el productor, Mario Pacheco, Joaquim Jordà, Damià Escudé, Pau Maragall y a tiro pasado me olvidé el Cachas de Música Dispersa”.

Entonces en cierto sentido también es un homenaje.

Pau Riba-. “Sí, era un homenaje a una época, a una manera de sentir y de entender la vida. Empezó a salir material de archivo que ni sospechaba que existía, películas de Súper 8… y no sabíamos cómo presentarlo porque eran cosas inacabadas. Le propusimos a Isaki Lacuesta que lo montara todo, y esto pasó una semana antes que le dieran la Concha de Oro. También le dije a Miquel Barceló que reeditaba el disco, él me confesó que le encantaba, que lo ponía  a sus hijos, y enseguida quiso colaborar. Todo ha ido como una seda pero hemos trabajado a contrarreloj. Finalmente, en el décimo aniversario de la Acústica de Figueras, hicieron un acto central llamado ‘Dalí Canta’ y allí coincidí con Isaki, Pascal Comelade y Albert Pla y ambos quisieron colaborar también: Pascal hizo ilustraciones y Pla un videoclip. Total, un regalo”.

¿Cómo afrontas estas navidades? Me imagino que seguirás haciendo representaciones del ‘Jisàs de Natzarit’.

Pau Riba-. “Estoy terminando la actualización del ‘Jisàs de Natzarit’, es el undécimo año que lo hacemos. Toda la sátira política depende de lo que pase durante el año, además el año pasado y éste ha habido elecciones en noviembre. Este año haremos una pequeña gira por Catalunya. En Barcelona siempre lo hemos hecho en el Teatreneu y también lo haremos en el CAT”.

Cuando publicaste “Virus laics” tenías la teoría de que la raza humana estaba mutando y que ya éramos cyborgs triópticos. ¿En qué fase de la evolución nos encontramos actualmente?

Pau Riba-. “He dado una vuelta de tuerca a esta teoría y ahora pienso que sí, que la raza está mutando, nos estamos transformando en algo distinto, somos cyborgs porque estamos totalmente ligados a las máquinas, a todo lo que sea ciencia y tecnología porque para mí todo es una sola máquina. Estamos en un punto curioso porque dentro de esta dualidad le estamos dando todos los triunfos a la máquina y estamos perdiendo la parte biológica, la parte humana. Yo entiendo que para entender y profundizar la naturaleza nos hayamos tenido que cargar la naturaleza, de la misma forma que cuando quieres aprender cómo es un sapo lo tienes que matar, abrir, destripar y dejarlo hecho una mierda. Eso nos ha indispuesto contra la naturaleza, tenemos un sentimiento de superioridad y asco hacia la naturaleza, tenemos una mente profiláctica: ‘niño no pises el suelo, cuidado no respires que te contagiarás…’. Hemos perdido el nexo con la naturaleza y ahora para equilibrar el cyborg tenemos que recuperarla y volver a aceptar la parte biológica y animal”.

Y eso que las máquinas las hemos creado los humanos…

Pau Riba-. “Sí, sí, tenemos que trabajar la distribución de funciones entre las dos partes. La máquina nos tiene que servir para ser más humanos”.

Tendría que ser un medio y no una finalidad.

Pau Riba-. “Exacto,  nos tiene que permitir volver al paraíso a descansar y disfrutar de la vida”.

¿No crees que hay un exceso de culto hacia el mundo virtual, que parece que se ha erigido como la nueva religión? Parece que la tecnología sea una imposición porque nadie nos ha consultado nada, y encima detrás alguien se está lucrando con estas nuevas necesidades creadas.

Pau Riba-. “No, la verdadera religión es el dinero, no la tecnología, el tecnodinero. Todo este mundo especulativo, todos esos capitales que dictan y sancionan y tal…las bolsas no podrían existir sin las conexiones, este mundo especulativo en el que el dinero ni circula, todo eso es tecnocapitalismo. Yo diría que la religión es el dinero. Creo que la ciencia y la tecnología han evolucionado mucho, nos han cambiado la realidad objetiva, nos han doblado y triplicado la realidad, ahora tenemos la realidad virtual que no existe pero existe porque es la realidad de la máquina y ahora lo que toca y tiene que venir es la revolución y la respuesta de la filosofía y del pensamiento. La ciencia y la tecnología han anulado todos los libros y tradiciones, las ideologías, las religiones, las filosofías, sobre todo los libros en los que se intentaba explicar lo qué era el universo y la vida, han quedado como cuentos para niños pequeños. Tenemos que reescribirlo todo”.

Además, la tecnología también se podría interpretar como un elemento de distracción ante la crisis, porque en realidad es algo que no soluciona los problemas cotidianos que se ha planteado la raza humana desde los inicios: el miedo, la soledad, el hambre…

Pau Riba-. “Estamos entretenidos pero en vez de resolver, la tecnología crea problemas. Eso es muy grave y forma parte de la estupidez general y de la vergüenza que no hay. Con la bandera obsesiva del crecimiento continuado se necesita un consumo continuo y una producción continua y es el negocio de los que lo tienen en su mano. Para ese consumo, se tiene que inventar: se inventan enfermedades, plagas, obsesiones…Por ejemplo, hablando del parto, que es el acto central de la especie, hay toda una campaña brutal para acojonar las mujeres para que consuman clínica, la epidural y toda esa tecnología. Hoy ha venido un familiar a casa y me ha explicado que tuvieron un hijo hace muy poco, fue bien y tal. Fueron corriendo a la clínica a que le pusieron a su mujer un cinturón para que controlen el latido del bebé. ¿Y no has puesto nunca el oído en la barriga de la mamá? Es para flipar. En mi época se hablaba del trauma del nacimiento, ver la luz y salir, hoy en día no sólo ven la luz que son aquellos focos horribles sino que lo primero que hacen es limpiarles la grasa que es antibiótica y que la absorben durante unos días y les inmuniza…y acto seguido les meten una sonda por la nariz para limpiarles las tripas. ¿No crees que eso es un trauma? Ha llegado un momento en el que es ridículo que las máquinas tengan que hacer algo tan simple como poner el oído en la barriga. Las mujeres siempre lo han hecho solas sin nada más, las demás especies también lo hacen…Estamos en un momento alarmante y peligroso por un lado y gilipollas y vergonzante por otro. Nos estuvieron vendiendo que somos la única especie que ha evolucionado y que tiene uso de razón pero ¿dónde nos ha llevado? A sentir vergüenza”.

APARCAR EL JUEGO

Hace un par de años también dijiste que la humanidad había trabajado mucho y que ya había llegado la hora de jugar y divertirse, pero teniendo en cuenta el contexto actual de precariedad esta teoría no es la más apropiada.

Pau Riba-. “Pues no. Actualmente no es el momento de hablar y debatir sobre eso porque hay un debate mucho más importante: hace poco pensé se me ocurrió un concepto nuevo, que es la vergüenza de la especie. Hay los indignados, que sienten vergüenza de la especie y los demás, que son unos sinvergüenzas, que, o no tienen vergüenza o son unos estúpidos que no entienden nada. Con buena o mala fe, hay los que no tienen vergüenza y que sólo están aquí para hacer el gilipollas. Pero el verdadero problema es que nos hemos equivocado y debemos aceptarlo, y rápido: este enfrentamiento que hemos tenido con la naturaleza, esa falta de respeto y de educación hacia ella nos ha llevado a un extremo en el que la naturaleza está reaccionando y nos está diciendo que no, que no hay más recursos baratos y fáciles y que estamos equivocados. Estamos basando la civilización en un crecimiento continuo, que es algo que no puede existir, porque todas las cosas crecen, se estabilizan y decrecen pero no pueden crecer sin límite. Si nosotros creciéramos igual que lo hacemos durante los primeros quince años, mediríamos 30 metros. El ataque más brutal de este crecimiento es el de la población, que es exponencial, que quiere decir que se va doblando: de dos salen cuatro, de cuatro ocho y de ocho dieciséis y lo que no se ha calculado es que llega un momento en el que la botella se va llenando hasta que se derrama y ahora estamos a la mitad. Por otro lado, la crisis de las energías. Mi hermano, que es ingeniero y catedrático de la UPC, acaba de escribir un libro llamado “Las crisis de la energías o 200 años irrepetibles” en el que ha buscado las estadísticas. Resulta que en el 2050 todo se habrá acabado: carbón, uranio… y el petróleo se terminará antes, dentro de diez años. O sea, crecimiento exponencial de la población, agotamiento de las energías y en medio tenemos todavía el cambio climático. Y yo me ruborizo cuando veo noticias como la de la cumbre de Durban: ¿de qué van? ¿lo saben o no? Si no lo saben, a la calle e incluso a la cárcel y si lo saben, mucho peor. Eso no tiene solución, eso explotará y no nos lo imaginamos”.

Con el fenómeno de los indignados finalmente hay un serio cuestionamiento del capitalismo como sistema injusto y caduco, pero es una manzana podrida que no acaba de caer. ¿Qué tiene que pasar para que caiga?

Pau Riba-. “Falta conciencia, falta educación, que es lo primero que están recortando. También falta información, porque ahora se desinforma. Deberíamos estar alarmados y acojonados, es un momento histórico para estar alarmados. Nosotros, los hippies, en los 60, gracias a que éramos jóvenes, a que no teníamos nada que nos ligara y a que nos atiborramos de ácido, nos pusimos en un estado de gracia y tuvimos una visión. Vimos que esto venía, dijimos ‘¡iceberg a la vista!’ y no nos hicieron caso. Entonces había margen para dar un golpe de timón o parar el barco y ahora el iceberg está delante. A veces me pregunto por qué los jóvenes no reaccionan y es porque lo dan todo por perdido, piensan que más vale seguir bailando hasta que todo explote antes que estar toda la vida sufriendo por algo que se irá cayendo poco a poco”.

La gente al final es egoísta y prefiere quedarse en casa y conservar lo poco que tiene antes que salir a la calle y quejarse por algo colectivo.

Pau Riba-. “Sí, es la educación que hemos recibido, la filosofía capitalista, que no es nada solidaria ni justa. Y todo eso que están haciendo para salvar el capitalismo y el euro es para salvarse unos cuantos, nos están tomando el pelo y nosotros estamos tan desesperados y por los suelos… ¿Qué ha pasado en España? Vinieron los indignados y después va y votan el PP… Hay que imaginarse soluciones a la desesperada”.

En los 60 fuiste protagonista de una revolución cultural y ética inédita y fuiste pionero en temas como la ecología o la sexualidad. ¿Qué queda de toda aquella aportación?

Pau Riba-. “Creo que desde entonces, desde un punto de vista moral y ético no se dado ningún paso hacia delante. Por otro lado hay toda una preocupación ecologista, ya se ha roto aquello de que la familia era la célula fundamental de la sociedad, desde el punto de vista sexual ha habido la liberación gay y ya hay matrimonios monoparentales por ley, ya está llegando”.

Pero todavía no está del todo aceptado.

Pau Riba-. “Siempre somos una puñetera minoría los que pensamos en esos temas. La gente no tiene ganas de pensar y nadie les ayuda a hacerlo. Enciendes la tele, pasas todos los canales y la vuelves a apagar. Sólo hay cotillas y gritos, es lo que hay y es lo que buscan”.

Hay muchas cosas contra las que rebelarse. ¿Todavía existen artistas revolucionarios?

Pau Riba-. “Siempre ha habido artistas revolucionarios pero las revoluciones no se hacen de forma individual. Con esta ola de indignación, venden la falta de líderes como algo positivo y yo creo que la naturaleza es piramidal, siempre”.

Líderes que inspiren la base.

Pau Riba-. “Sí, en los 60 hubo una ola brutal de grupos que tocaban pero finalmente fueron los Beatles los que clavaron la bandera. Tampoco podía llegar toda la humanidad a la luna, sólo una persona clavó la bandera. Y después hay la masa, cuanto más vas bajando más diluida está la conciencia de lo que se pretende o se busca. Las revoluciones necesitan la masa para arrasar pero gran parte de esta masa sólo se apunta como una moda, para divertirse, no porque crea en el concepto que hay en la pancarta”.

Debería ser como los ‘castellers’, sólo la ‘enxaneta’ alza la mano pero debajo hay una piña básica.

Pau Riba-. “Claro, claro, pero también hay maneras de hacer castillos sin piña y sin masa, incluso hay castillos de uno…El movimiento de los castellers es la unión hace la fuerza. No sé qué pasará”.

¿Qué te parece el panorama musical catalán en la actualidad, con tal diversidad y riqueza de propuestas que nada tienen que ver con la politización de los 90?

Pau Riba-. “En conjunto lo que sí veo es que hemos logrado una profesionalización, no tenemos nada que envidiar a lo que viene de fuera. Lo de la politización fue una respuesta a la movida madrileña… Fue una vergüenza, lo que sucedió fue que Franco había prohibido por decreto la cultura y la lengua y aquí no hubo forma de reaccionar hasta que alguien descubrió que a través de la canción se podía mover al público y a interesarlo. El gran boom de ‘la nova cançó’ responde a un activismo político más que a un interés cultural, llegaron a salir 400 cantantes y el público se volvía loco. Una vez muerto Franco, llega la democracia y Tarradellas y se reinstaura la Generalitat. Entonces el público creyó que ya no tenía que aplaudir más porque ya se había conseguido el objetivo, y el público ya pagaba unos impuestos, parte de los cuáles iban a Cultura, que debía ocuparse de ‘la cançó’. En Cultura todo el dinero se fue al teatro, porque seguramente estaba muy alicaído, y pensaban que ‘la cançó’ estaba muy boyante y la dejaron sola. Nos encontramos que las salas iban cerrando y fue un desastre. Todo se fue a Madrid, toda la industria de la música que estaba en Catalunya se fue a Madrid. Y como respuesta a la movida, hubo aquel intento con aquellos cuatro grupos que ya han pasado a la historia”.

Parece que el complejo aquel ya no pesa tanto.

Pau Riba-. “Bueno, antes había mucho mito. Técnicamente eran mucho mejores, desde el punto de vista de la producción y de la industria eran mucho mejores pero musicalmente nos lo comíamos todo porque venía de fuera y lo encontrábamos cojonudo porque no entendíamos las letras. En este sentido nos hemos puesto a nivel europeo. El problema es que antes no sabíamos nada, no había industria, ni técnicos, ni managers, tuvimos que inventarlo todo. Éramos principiantes cantando y tocando, igual que los técnicos, y hemos logrado ese nivel. Hay gente interesante como por ejemplo El Petit de Cal Eril”.

Hace poco el periodista Jordi Turtós me comentaba que él nunca critica los políticos en relación a la cultura porque en este ámbito siempre han sido los más incultos. ¿Cómo ves la siempre difícil relación entre el arte y la política, entre la cultura y el poder, entre la libertad/creatividad y las normas de juego impuestas desde arriba?

Pau Riba-. “Pienso que hay un malentendido en eso, los políticos están en medio, no tienen poder, hay el pueblo y los que mandan, que son los financieros. Dios es el dólar, lo que te he dicho antes. Los que sí son más incultos, a los que les interesa que el pueblo sea inculto, es a los financieros, y los políticos también en la medida que son lacayos de los financieros. Los políticos en cierta forma todavía son más tristes que los financieros porque son los verdugos, los que ejecutan…Pero claro, el concepto clave es el miedo, en todo: la iglesia, porque para ser obedecida tiene que hacer miedo, el cielo, el infierno…la industria farmacéutica debe dar miedo, virus, infecciones, plagas, la industria de la guerra debe dar miedo…”.

Porque el miedo anula el espíritu crítico, debes actuar sin pensar…

Pau Riba-. “El miedo significa que no lo sabes pero quizás tengan razón, te hacen dudar”.

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