En un movimiento que muchos podrían calificar de irónico, la cuenta de Instagram de la Cristina Fallarás, periodista española y conocida por publicar las denuncias de mujeres que sufren violencia de género, fue suspendida después de que publicara decenas de testimonios en relación con el caso Errejón, que ha sacudido la política española esta semana. Meta, bajo el escudo de sus “normas comunitarias”, decidió eliminar su contenido, invocando la supuesta protección de la comunidad, como si las voces críticas o de denuncia, el periodismo, sin ir más lejos, fueran un riesgo que mitigar. Ante las muestras de indignación, Meta decidió restablecer la cuenta.

En el terreno de la moderación de contenidos, Instagram ha trazado una línea ambigua e invisible, capaz de cortar el flujo de información sin previo aviso ni proceso de apelación efectivo. Al bloquear la cuenta de una periodista, la plataforma no solo silencia un agente de información relevante para la sociedad, sino que también asume el rol de juez y censor sobre lo que el público puede o no conocer. Así, en un contexto de creciente desconfianza en los medios tradicionales, las redes sociales, como Instagram, muestran su propia forma de condicionamiento ideológico encubierto, sin más norma que la conveniencia del momento y el algoritmo opaco que dicta su proceder. En una democracia, las voces de denuncia deberían estar protegidas y tener un espacio seguro, y no depender de un sistema digital que, al parecer, solo responde a intereses corporativos.

Este acto de censura sobre la cuenta de Fallarás muestra cómo las plataformas, que afirman promover la “libertad de expresión”, aplican políticas de moderación que castigan a periodistas cuando su discurso no encaja en el “orden digital”. La falta de transparencia, de responsabilidad y de normas claras en Instagram erosiona el derecho a la información y sitúa a las plataformas tecnológicas por encima de los principios democráticos que rigen la comunicación libre y el ejercicio periodístico.

Ojalá fuera el único caso, pero ya es bien sabido que Meta también ha censurado contenidos de apoyo a Palestina en Instagram y Facebook, como lo señaló Human Rights Watch, y que la plataforma de Musk (X), el furibundo seguidor de Trump, ha prohibido seguir cuentas de apoyo a Palestina.

¿Debe el periodismo someterse a la censura de un magnate?

Bezos y The Washington Post: los riesgos de una prensa cautiva

Mientras Instagram bloquea cuentas de periodistas en nombre de la “protección comunitaria”, otro magnate tecnológico, generalmente menos ruidoso, se ha convertido en el protagonista del debate sobre el control de la información. Jeff Bezos, propietario de The Washington Post, ha intervenido directamente en la política editorial de su propio periódico, frenando la posibilidad de que la redacción exprese su apoyo a alguna candidatura presidencial en Estados Unidos, aun cuando uno de los candidatos ha puesto en jaque la libertad de prensa y el sistema democrático en su conjunto. ¿Un harakiri? la imposición de Bezos provocó que 200.000 suscriptores se dieran de baja.

Lo que podría parecer una medida de neutralidad periodística en un principio, oculta una realidad más cruda: Bezos no solo impide a la redacción tomar posición en un momento crítico, sino que también deja el mensaje de que el capital está por encima de los principios editoriales que rigen el oficio. Si un candidato amenaza con erosionar los valores fundamentales de una democracia que protege la libertad de expresión y de prensa, abstenerse de tomar una postura no es neutralidad, sino complicidad. Al interferir en la decisión de su redacción, Bezos posiciona al Washington Post en un limbo editorial que traiciona el propósito del periodismo como contrapeso democrático, y de paso subestima la capacidad de los periodistas que operan en su propio medio.

En un contexto donde la práctica periodística en Estados Unidos enfrenta peligros reales, la postura de Bezos sugiere que el futuro de la información podría estar más controlado por las corporaciones que por los valores democráticos que defiende. No es que Bezos diga abiertamente que la prensa es suya para servir a sus fines; es que, al no respetar la independencia de los medios que controla, contribuye a desmoronar el tejido de la libertad informativa.

La paradoja de las tecnológicas: libertad controlada y censura justificada

Instagram y Bezos encarnan el dilema de las grandes tecnológicas y de los magnates digitales: un falso discurso de libertad de expresión, empañado por intereses económicos y decisiones arbitrarias. Aparentemente neutrales, ejercen un poder silencioso (que es más peligroso) que controla lo que se ve y lo que se censura o se oculta. Las plataformas digitales y los medios en manos de multimillonarios presentan una “libertad” medida, siempre bajo un escrutinio tan inescrutable como implacable, que decide qué opiniones y noticias pueden circular y cuáles deben ser eliminadas.

El periodismo, como pilar de la democracia, necesita espacios de información libre y regulados por principios democráticos, no comerciales. Cuando Instagram censura una denuncia o Bezos interfiere en la línea editorial de un periódico histórico, no estamos ante simples decisiones empresariales, sino ante el riesgo de que el dinero y la técnica se conviertan en los nuevos guardianes de la información pública. Que esta paradoja siga dominando el entorno digital no es simplemente un reto para el periodismo, es una amenaza a la libertad de expresión y a la integridad de los sistemas democráticos.

El periodismo debe defenderse de los guardianes que, con la excusa de la libertad, imponen la censura, y con la máscara de la neutralidad, sacrifican los valores sobre los que se erige la democracia. En este contexto, los periodistas y la sociedad en su conjunto deben cuestionarse: ¿quién decide realmente lo que se puede decir y leer en este mundo cada vez más controlado? ¿Estamos los medios, los periodistas, dispuestos a entregar el control del derecho a la información a aquellos que no responden ante ningún sistema democrático, sino únicamente ante sus intereses?

Yanis Varoufakis ha denominado a esta nueva relación económica y social como tecnofeudalismo.

En esa relación, el vasallaje periodístico en las redes, sus redes, necesita una revolución.


*Fuente: https://catalunyaplural.cat/es/periodismo-bajo-control-la-censura-de-las-tecnologicas-sobre-la-informacion-publica/

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