El crimen, después de varios intentos, pudo ser consumado por Ramón Mercader (alias Jacson o Mornard), un agente de la GPU, policía secreta soviética. El hecho fue la culminación de una persecución implacable. En 1927 Trotsky, junto a su compañera, Natalia, fue deportado a Alma Ata, en la república de Kirguistán, para luego ser privado de su ciudadanía y expulsado de la URSS. La GPU lo trasladó a Turquía, donde el líder nacionalista Kemal Atatürk le dio asilo y lo autorizó a instalarse en la isla de Prinkipo. Gracias a sus insistentes pedidos y las tratativas de sus seguidores para que le permitan exiliarse en alguno de los países centrales de Europa, logró tener una breve estadía en Francia, pero fue nuevamente extraditado, esta vez a Noruega. Entonces, el estalinismo comenzó a presionar constantemente al gobierno socialdemócrata noruego para que lo echara. Finalmente, en 1937. se instaló en la ciudad de México, gracias al permiso que consiguieron del presidente Lázaro Cárdenas miembros del SWP norteamericano y el pintor Diego Rivera.
¡Persigan a los trotskistas!
La persecución del estalinismo a Trotsky y sus seguidores fue implacable. Gran parte de la actividad de la GPU en Europa se dedicó al espionaje, la persecución y el asesinato de dirigentes trotskistas. Tenía una sección solo para estos servicios. Los principales secretarios de Trotsky fueron asesinados, Irwin Wolf fue capturado en España (donde asesinaron también a Andrés Nin, entre otros), León Sedov, el hijo mayor de Trotsky y su más estrecho colaborador, fue asesinado en París, a Rudolf Klement lo mataron poco antes de la fundación de la Cuarta, en 1938. En Suiza fue asesinado Ignace Reis, funcionario de la GPU que escapó de la URSS y se sumó a la Cuarta Internacional. Otros dos hijos de Trotsky también fueron asesinados y una hija se suicidó.
Mientras tanto, en los campos de concentración de Siberia morían miles de prisioneros de cansancio por los trabajos forzados, el frío o porque directamente eran fusilados. Leopold Trepper, en su emocionante libro El gran juego, relata detalladamente el gran ensañamiento contra los trotskistas, que fueron fusilados por miles: “Llevaban una T en sus espaldas puesta por sus carceleros, y se negaban a toda confesión. Eran los únicos que enfrentaban hasta sus últimas consecuencias al estalinismo”.
La Comisión Dewey: la verdad sobre las acusaciones de Stalin
– Goldman: ¿De qué país es usted ciudadano señor Trotsky?
– Trotsky: Me quitaron la ciudadanía de la Unión Soviética. No soy ciudadano de ningún país.
La pregunta la formuló en 1937 Albert Goldman, abogado laboralista que se desempeñó como defensor de Trotsky en las sesiones de la Comisión Dewey. Esta comisión estaba compuesta por destacadas personalidades independientes, ninguna de las cuales eran seguidoras de Trotsky, como su presidente John Dewey, de allí el nombre de la comisión, un destacado filósofo liberal de EE.UU.
En cuanto obtuvo el asilo en México, Trotsky exigió públicamente la creación de una comisión internacional de investigación, ya que se le había negado toda oportunidad de responder a las acusaciones ante un tribunal legalmente constituido. En un discurso preparado para ser transmitido telefónicamente desde la ciudad de México, ante una gran reunión en el hipódromo de Nueva York el 9 de febrero, Trotsky hizo la siguiente declaración: “Si esta comisión decide que soy culpable en el más mínimo de los crímenes que me imputa Stalin, me comprometo de antemano a entregarme voluntariamente a las manos de los ejecutores de la GPU”.
Después de varios meses de una minuciosa investigación, la comisión concluyó que los procesos de Moscú fueron fraguados, que Trotsky y su hijo Sedov no eran culpables de los dieciocho cargos que les imputaban.
Los procesos de Moscú
La brutal represión desatada por Stalin para exterminar a la vieja guardia bolchevique necesitaba de un proceso judicial. De lo contrario, ¿cómo explicar que los grandes dirigentes de la revolución querían conspirar contra el Estado soviético? Por eso Stalin montó cuatro juicios claves entre 1936 y 1938. El primero fue el “juicio de los dieciséis”, con Zinoviev, Kamenev, Smirnov, Mrachkovsky y otros como acusados; el segundo, “el juicio de los diecisiete”, que incluía a Pyatakov, Radek, Sokolnikov, Muralov, Serebryakov y otros, tuvo lugar en enero de 1937. Luego siguió el juicio secreto al mariscal Tujachevsky y un grupo de generales de alto rango del Ejército Rojo en junio de 1937. Y, finalmente, “el juicio de los veintiuno” contra Rikov, Bujarin, Krestinky, Rakovsky, Yagoda y otros en marzo de 1938. Los hombres en el banquillo eran todos los miembros del politburó de Lenin, excepto el mismo Stalin. Trotsky, en el destierro, fue el principal inculpado en estos juicios. Él y la vieja guardia bolchevique estaban acusados de complotar para asesinar a Stalin y otros dirigentes soviéticos, de conspirar para desbaratar el poder económico y militar del país y de matar a masas de trabajadores rusos. Todos fueron encontrados culpables con pruebas falsas o confesiones forzadas y fusilados o enviados a los campos de concentración de Siberia, donde murieron rápidamente. Trotsky fue el único de los dirigentes bolcheviques acusados que estaba fuera del país, más allá del puño de Stalin. Cuando Zinoviev y Kamenev fueron procesados, Trotsky desafió a Moscú a que pidiera su extradición de Noruega, donde vivía en aquel entonces. Stalin no aceptó y presionó al gobierno noruego para que lo mantuviera aislado. Durante seis meses fue silenciado y se le negó la posibilidad de responder las acusaciones monstruosas que se le imputaban.
Las últimas horas
El 21 de agosto de 1940, ocultando una piqueta bajo su impermeable, el asesino Ramón Mercader logró acceder a la oficina de Trotsky y, mientras conversaban, se la clavó en la cabeza. Los guardias lo detuvieron, pero ya había logrado infligirle una herida mortal. El día siguiente, a las 19.30, el viejo líder murió.
Aunque sus seguidores en México eran muy pocos, en su entierro, según los diarios mexicanos del 23 de agosto, las fotos y las filmaciones de la época entre 250.000 y 300.000 personas desfilaron frente al féretro. Desde entonces sus restos descansan en una sencilla tumba en el jardín de la casa de Coyoacán, donde el agente de Stalin lo asesinó, y fue convertida en museo.
¿Por qué Stalin mató a Trotsky?
Stalin estaba cada vez más preocupado con la actividad de Trotsky en el exilio, por eso su obsesión era matarlo. A principios de 1939 hizo una de sus habituales purgas entre el personal de la GPU y puso como subdirector del Departamento del Extranjero a Pavel Sudoplatov. En 1992, cuando relató sus memorias en el libro Operaciones especiales, contó que su misión, con todos los recursos disponibles, era matar a Trotsky. Según detalla, Stalin le habría dicho cuando lo convocó en marzo de 1939: “En el movimiento trotskista no hay figuras políticas importantes aparte del propio Trotsky. Eliminando a Trotsky, la amenaza desaparece (…) Trotsky debe ser eliminado irremediablemente”. Según Sudoplatov, “el núcleo de la lucha ideológica entre los líderes” era la idea de Stalin de “la revolución en un solo país, en contra del internacionalismo de Trotsky”, cuyos esfuerzos en el exilio “para escindir y luego controlar el movimiento comunista mundial estaban perjudicando a Stalin y a la Unión Soviética”. Los recuerdos de Sudoplatov son fieles a aquel enfrentamiento desigual entre Trotsky, exiliado con algunos millares de seguidores, y Stalin, al frente de un superpoderoso aparato burocrático contrarrevolucionario que dominaba a la poderosa Unión Soviética.
En lo que sí tuvieron razón los agentes estalinistas fue que la tarea de Trotsky en el exilio fue titánica. Ganándose la vida como escritor, trasladándose de país en país sin más que un puñado de colaboradores, denunciando paso a paso la política contrarrevolucionaria del dictador, del PCUS, la Tercera Internacional y sus partidos satélites, la política suicida de dividir a los trabajadores alemanes frente al ascenso de Hitler, la capitulación a la burguesía en España y Francia con el Frente Popular, el fenómeno de la degeneración burocrática y la represión en la URSS y llamando a una nueva revolución política porque el “viejo partido ha muerto”. Junto con estas denuncias comenzó a formar una alternativa, impulsando desde 1933 la formación de una cuarta internacional, que se concretó en 1938, aunque mantuvo la defensa incondicional de la URSS ante cualquier ataque militar imperialista.
En 1939 el mundo se sorprendió ante la firma del tratado de “no agresión” entre Stalin y Hitler. Esto dio la confianza que los nazis necesitaban para invadir Polonia, que significó el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Trotsky denunció en solitario este pacto como un crimen político y reiteró que la verdadera intención de Hitler era invadir la URSS, que solo buscaba tiempo para prepararla. Solo Trotsky denunciaba que, siendo sistemas socialmente opuestos (Alemania potencia imperialista, la URSS un Estado obrero degenerado) el estalinismo y el nazismo eran regímenes totalitarios muy parecidos, que Stalin y Hitler eran “estrellas gemelas”. Después de agosto de 1939, las campañas difamatorias contra Trotsky de un día para el otro reemplazaron la esvástica y el mote de “agente nazi” por el de “agente de EE.UU. y la bandera yanqui”.
Con su actividad, Trotsky era una estaca clavada en el corazón de la burocracia. Encarnaba la continuidad de lo que Stalin y su aparato habían destruido, el programa revolucionario, la democracia obrera, el internacionalismo, es decir, el auténtico leninismo.
Su legado sigue vigente
La corriente que impulsamos desde la UIT-CI reivindica la trayectoria de Trotsky con su decisión más importante, la fundación de la Cuarta Internacional y la absoluta necesidad de construir partidos revolucionarios. El Programa de Transición de 1938 sigue siendo una orientación clave para responder con una política revolucionaria a las nuevas direcciones reformistas. La lucha contra el capitalismo imperialista mundial, los gobiernos burgueses en cada país en defensa de los derechos de los trabajadores, los campesinos, la juventud y demás sectores populares para desarrollar la movilización y conquistar con las revoluciones triunfantes lo más importante, los gobiernos obreros y populares que construyan un verdadero socialismo en todo el mundo.
Nahuel Moreno: sobre el asesinato de Trotsky
Nahuel Moreno (1924-1987) fue el principal dirigente trotskista latinoamericano. Comenzó a participar de la vida de la Cuarta en 1948 en su segundo congreso y desde la década del ’50 fue polemizando y enfrentando a la corriente encabezada por el belga Ernest Mandel, que fue llevando a la Cuarta a la capitulación a los partidos comunistas y las direcciones nacionalistas burguesas y reformistas. Desde entonces, Moreno insistió siempre en el significado histórico de la muerte de Trotsky para su movimiento. Recordamos su reflexión en Conversaciones (1986, ver www.nahuelmoreno.org.ar). “En varios de sus textos usted menciona a la muerte de Trotsky como un hecho fundamental en la historia de la Cuarta Internacional… Nahuel Moreno: Efectivamente, siempre hemos dicho que la muerte de Trotsky es un elemento objetivo, no subjetivo, en la crisis de dirección de la Cuarta. Ese análisis es propio de nuestra tendencia. Fue un hecho cualitativo, no es que la Cuarta fuera peor dirigida que antes de su muerte, sino que quedó lisa y llanamente sin dirección. Estoy convencido de que si Trotsky hubiera vivido unos años más la Cuarta hubiera avanzado en su programa, sus análisis y sus números. Otro aspecto del vacío de dirección es la experiencia del movimiento obrero, que para mí es decisiva. Sin una larga experiencia en el movimiento obrero no puede haber una gran dirección. (…) “Trotsky había participado en la dirección de tres revoluciones rusas (1905, febrero y octubre de 1917). Había formado parte de la dirección revolucionaria más grande que ha conocido la humanidad, la de la Tercera Internacional en sus primeros cinco años. Entre 1905 y 1907, en el exilio, había militado en el movimiento socialista de varios países de Europa, principalmente en Francia y Alemania. Esa experiencia colosal, irreemplazable, se perdió de un solo golpe con su asesinato”.
* Artículo publicado en la revista Correspondencia Internacional de la UIT-CI.