Y van quince años. Desde aquella primera versión que congregó a un puñado de bandas y de fieles a la vera del Montjuic, agrupados entre el barro y esperas interminables, hasta este evento de dimensiones colosales, el Primavera Sound 2015 ha crecido hasta convertirse en una cita de referencia para la música alternativa, sea lo que esto sea. El crecimiento del festival, sin embargo, no ha sido únicamente una cuestión estadística, aunque en este caso las estadísticas no sean irrelevantes: más de 200 bandas repartidas en una decena larga de escenarios, 190.000 asistentes frente a los 8.000 que acudieron a la primera cita y un presupuesto que bordea los diez millones de euros y que le ha permitido al festival convertirse en uno de los cinco eventos con mayor contribución a la economía local de Barcelona. Estadísticas aparte, el crecimiento del festival incluye también una dimensión simbólica.
Primavera Sound 2015
Su expansión lo ha llevado a recuperar el Parque del Fórum, que pasó de ser un trasto inmenso e inútil (amén de oneroso) al escenario perfecto (¡un parque junto al Mediterráneo!) para un evento que pretende aunar exquisitez y masificación, pero también a tender tentáculos por plazas y bares, a instalarse en lugares emblemáticos (como olvidar el Arc de triomf atiborrado hasta los topes con gente que celebraba la estupenda actuación de Yann Tiersen el 2012 o el conciertazo matinal, no apto para resacosos, de Nick Garrie el 2011 en el Parc de la Ciutadella).
Está el festival que atrae a las barbas tupidas del planeta, la efímera Meca de todos los hipsters, una inmensa pasarela de tendencias y buenrollismo ilustrado. Está el festival que se ha vuelto un elemento clave de la marca Barcelona y que deposita en las arcas de la ciudad 94,8 millones de Euros, el 5,8% del PIB musical de Cataluña de 2014. Pero, en algún lugar entre todas estas cosas, también está la música. Y aquí es donde la propuesta se vuelve infinita. Hay tantos Primavera Sound como melómanos repartidos por el vasto mundo. Está el festival que acoge regresos improbables, como el que protagonizó Portishead, cuyos fans ya habían perdido la esperanza de verlos en esta línea espacio temporal, o el de Neutral Milk Hotel, figuras míticas del indie-folk de los noventa. Está el festival hype, que acogió a Arcade Fire y Vampire Weekend, con un único disco recién estrenado, y el festival que apuesta por el riego, que no tiene ningún problema a la hora de programar a Sunn o darle tres horas de escenario a Swans, posiblemente la artillería sonora más brutal a la que pueda someterse un ser humano. Está el festival que acoge y celebra el mito, el que cruza con eclecticismo y buen gusto, bandas y estilos, donde conviven joyas raras, hypes de última generación con bandas capaces de repletar estadios, propuestas íntimas, música, a fin de cuentas. Porque es de eso de lo que se trata. Y de música, que no haya ninguna duda, hay mucha y muy buena.
Bandas a seguir
Este Primavera Sound 2015 trae chicha. En el apartado de regresos gloriosos, hay que celebrar que Sleater Kinney haya resuelto grabar un disco de nuevo y salir de gira. Rock poderoso, de múltiples aristas, combativo y lleno de matices. Música seria, hecha para al combate. Esto es punk, que nadie se engañe. Como The Julie Ruin, aunque en este caso se trate de algo más elemental y furiosamente divertido. Como si la rabia y la fiesta no estuvieran en absoluto reñidas.
También hay maldad. O incomodidad, como mínimo. Después de un concierto litúrgico el año 2009, en que armados de una batería imponente de amplificadores Sunn 0))) desgranaran el hipnótico The Grimmerobe Demos, regresan, tras grabar con Scott Walker una de las ásperas maravillas de la década. Drone metal, dicen los expertos; pero no es más que el intimidante ruido del Apocalipsis. Pero, si por alguna razón, uno no tuviera suficiente con este descenso a los infiernos, puede probar también con Pharmakon. Y si de ir a los orígenes se trata, Earth, padres del drone, están también programados.
Si hablamos de mitos, podemos hablar de Patti Smith. La madrina del punk vendrá a revisar el fundamental Horses. Lanzado en 1975, producido por John Cale y presidido por una mítica fotografía de Mapplethorpe, es el punto donde se cruzan la poética beatnik, el primitivismo sonoro, y una sensibilidad andrógina que hiere. Por si eso fuera poco, Smith ofrecerá también en el Auditori un set acústico, con canciones y spoken word. Pero si de mitos se trata, también tenemos a The Replacements, que entre cogorza y cogorza se las arreglaron para cambiar la historia del rock alternativo. Y a Ride, una oportunidad única para ver a a los padres fundadores del Shoegaze
Para quién quiera estar donde hay que estar, o sea, donde nace una estrella, y poder presumir ante futuros e improbables nietos o frente a quien sea que se ponga a tiro en una barra de bar, está el rock de guardería –aunque no por ello menos afilado– de Mourn, la perfección melódica de Tobias Jesso Jr. , y la pop de cámara de los australianos Twerps. Los han comparado con The Go-Beetwens y la comparación no es gratuita.
Para propuestas intimistas, de esas dañan el corazón y miman los oídos, el viernes se presentará Anthony & the Johnsons, una de las personalidades más misteriosas y magnéticas de la música contemporánea, y el sábado, Tori Amos, una artista a la que se comparó con Joni Mitchell, Kate Bush y Björk, aunque ella se las ha arreglado para ser diferente no sólo a ellas sino también a sí misma. A solas con su piano, sus conciertos son ceremonias que exploran los vínculos entre la rabia y la fragilidad.
De la zona gruesa del cartel, fuera de unos Interpol que llevan años de capa caída, hay que destacar a Strokes (que presentaban su primer disco y eran consagrados como los salvadores del rock exactamente en el momento en que se celebraba ese primer y mítico Primavera Sound) y toda sus ramificaciones (tocarán también Julian Casablancas + The Voidz y Albert Hammond J.R.). Con menos revoluciones, pero desgranando discos excelsos, estarán Sun Kil Moon y Jose González.
Si de música negra se trata, hay dos citas ineludibles. La primera, Run the Jewells. Un sorprendente rompecabezas sonido que extiende el hip hop hasta terrenos increíblemente oscuros y cuya actuación cuenta con el incentivo de ver a Zack de la Rocha en el escenario. La segunda es Kelela, cuyas escasas grabaciones hasta la fecha autorizan el entusiasmo de quiénes la señalan como la nueva musa (mutante) del R&B.
Para destinos exóticos, el pop libanés con Yasmine Hamdan, o la psicodelia de los chilenos Magaly Fields, sin olvidar a Fumaça Preta, artefacto sonoro que mezcla tropicalismo y ruido de una manera tan festiva como original. Otro mestizaje, aunque ya curtido en el festival, es el rock fronterizo de Giant Sand, cálido y áspero, voluntad experimental enamorada de sus raíces tradicionales.
Por último, para los buscadores de rarezas, dos perlas inconmensurables. La primera es Hans-Joachim Roedelius, una de las figuras más influyentes en el desarrollo de la música moderna: ha formado parte de bandas de krautrock legendarias como Cluster y Harmonia , ha trabajado con artistas como Brian Eno, Conny Plank y Michael Rother de Neu!, y ha sido pionero en la música ambient y electrónica. La segunda, Sierra Leone’s Refugee All Stars, grupo formado por refugiados que huyeron de Sierra Leona durante su guerra civil y se afincaron en Guinea. De vuelta a su país en 2004 comenzaron a girar recaudando dinero para causas humanitarias, con las que lograron el apoyo de gente como Keith Richards, Paul McCartney o Ice Cube.
Aunque, por supuesto, como cada año, la banda que triunfará y copará portadas y llenará estadios será aquella que uno no vio (y que casi nadie vio) y el mejor concierto es el que lo pille a uno de paso y por casualidad. Bienvenidos al Primavera Sound 2015.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.