Oliver Stone (Nueva York, 1946) es más que cine. Es provocación, es patriotismo enfervorizado, es crítica y autocrítica, es alargar los extremos, es inconformismo… en una suerte constante de bipolaridad que logra no dejar indiferente a nadie. Tras su semblante sosegado de casi septuagenario se esconde un genio irredento que lleva sus opiniones hasta las últimas consecuencias y sólo en contadas ocasiones decide que aquello «políticamente correcto» se cuele por una rendija de su obra… y su propia vida.

Tuve la suerte de poder disfrutar de su compañía y abordar su cine, su obra, su pensamiento y su innata capacidad para generar interés, tanto para sus seguidores, como para sus detractores más acérrimos.

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Hace pocas semanas recibió usted el premio «Màquina del temps» en el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, un festival eminentemente de género. Precisamente, algo que poca gente conoce es su pasión por el cine asiático, en concreto por el cine de terror extremo japonés y el de acción Coreano, país del que proceden su mujer y su hija. De hecho, estos géneros fueron claves para iniciar su carrera cinematográfica. ¿Qué fue lo que le atrajo de este tipo de cine, inicialmente?

, de hecho inicié mi carrera en 1971, recién graduado, intentando realizar una película de terror de bajo presupuesto llamada «Seizure» («Tango macabro«, 1974) que nunca se ha estrenado en España, con Jonathan Frid y Martine Beswick, actriz recurrente de las producciones de la Hammer y de muchos Spaghetti-Westerns. Era una coproducción con Canadá y fue una experiencia muy intensapero también un infierno (risas). La película se estrenó, finalmente, en 1974, en la Calle 42 de Nueva York, que era como La Meca del cine de terror y de culto de aquella época.

Me gusta mucho el cine japonés y coreano. El cine japonés tiene un nivel conceptual muy elevado, pero, realmente, si queréis saber cual fue la película que, literalmente, me hizo cagarme en los pantalones fue una serie de películas que se llamaban «Evil dead trap» («Tokyo Snuff», 1988 y «Tokyo Snuff 2: La venganza sangrienta de Aki«, 1992), en concreto su segunda parte. Me gustaron tanto que le ofrecí a su director, Toshiharu Ikeda, hacer su versión americana («Iron Maze», 1991, estrenada en España como «Laberinto de acero«) protagonizada por Bridget Fonda y Jeff Fahey, pero fracasó estrepitosamente en Estados Unidos y fue una pena, porque era un hombre con mucho talento.

Uno de sus primeros éxitos fue el guion de «Conan the barbarian» (Conan el bárbaro, 1982). ¿Qué le llevó a escribir una historia original tan alejada de las novelas y cómics originales? Por otro lado ¿fue complicado trabajar con un director como John Milius, tan alejado, ideológicamente hablando, de usted?

Sería estupendo que pudieseis leer el guion original, de 140 páginas, basado en los escritos originales de Robert Howard. Mi idea original era hacer una saga de películas, una franquicia, al estilo James Bond, basadas en las novelas originales.

Le vendí los derechos a Dino de Laurentiis, pero su concepto de la producción cinematográfico estaba encaminado a hacer dinero de forma rápida y no tuvo la visión suficiente de ver el gran negocio que podía hacer con una serie de películas de Conan. Entonces, lo que pasó fue que hicimos la primera, funcionó muy bien (en parte gracias a los cambios de guion hechos por Milius) y Dino sacó rápidamente la segunda, que era mucho peor y funcionó fatal. Esto hizo que todo se fuese a la mierda. Dino era un estúpido que pudo haber hecho una fortuna con las películas de Conan, pero quiso ir a por la pasta rápida y no salió. Incluso le vendí la primera opción de «Platoon», que no quiso hacer, pero me obligó a denunciarle ante los juzgados para recuperar los derechos. Tres años después hice la película y fue un gran éxito mundial. Demostró no ser la mejor persona para juzgar mi obra.

En cuanto a John, éramos amigos. Es un hombre que dice cosas espantosas, a veces, en términos políticos, pero es un hombre muy divertido e inteligente. Le gustan las armas y tiene opiniones muy estrambóticas

No obstante, realmente no trabajamos juntos. Le di un guion fabuloso, que en la época hubiese necesitado un presupuesto de 100 millones de dólares. En aquellos tiempos no existía la tecnología necesaria para los efectos especiales que necesitaba la historia. John lo cogió y rodó lo que le dio la gana y considero necesario rodar.

Su primer reconocimiento en forma de premios le llegó con «Platoon» (1986). Ésta surgió tras una corriente contraria a la guerra de Vietnam en el cine, iniciada, según muchos, por «Apocalypse Now» (1979) ¿Influyó la cinta de Coppola en la gestación de «Platoon»?

Películas como «Apocalypse now» o «The deer hunter» («El cazador«, 1978) son metapoéticas, pero no realistas. Son películas muy bellas, extraordinarias, pero no buscan la realidad, No llegan a ella. «Platoon» muestra el dolor de la infantería.

Por otro lado esas dos películas, no muestran empatía con la población civil autóctona, cosa que hace «Platoon», cosa que considero que es un error, pues murieron más de 3 millones y medio de vietnamitas durante el conflicto. En «Apocalypse», en concreto, se nota la mano en el guion de John MIlius… (risas).

Más allá de fuertes temáticas sociales y políticas, también ha incursionado en géneros que, aunque no exentos de cierta crítica, se pueden considerar una «rara avis» en su filmografía. Un ejemplo de ello es «The Doors» (1991), biopic atípico del cantante Jim Morrison. ¿Llegó a conocerle en persona?

Nunca. Mi única relación con Morrison fue al volver de Vietnam. Había escrito un guion titulado «Break», un primer borrador de lo que luego sería «Platoon», y se lo envié para ver si lo quería producir. No obtuve respuesta, como es lógico, pues era un guionista desconocido y él una estrella en alza. Pero muchos años después de su triste muerte, cuando rodé la película, vino la mujer del productor y me contó que, cuando estaban limpiando el apartamento de Jim Morrison en París, donde murió, encontraron el guion que nunca obtuvo respuesta. Lo estaba leyendo pocos días antes de morir. Me lo devolvió y casi me dio la impresión de que el fantasma de Jim me decía «adelante, haz la película de los Doors» (risas).

Hablemos de «JFK» (1992), su película más celebrada y, a la vez, que más polémicas ha suscitado, al plantear teorías revisionistas sobre el asesinato de John F. Kennedy. ¿Cree que ha cambiado la perspectiva histórica de los acontecimientos que narra? ¿Cuál cree que es el legado de la película?

Fue un éxito fenomenal en los Estados Unidos y en el resto del mundo. Provocó un gran entusiasmo, pero cuando se trata de política hay que ir con mucho cuidado. Mucha gente da una opinión, quiere participar en ese debate…

«JFK» también fue destruida por una parte de la opinión pública, principalmente por parte de algunos medios. Incluso tuve que comparecer ante el Congreso, ya que el año de su estreno, el «Acta del caso JFK» permitió abrir al público varios archivos clasificados, que contenían información sobre aspectos del caso realmente espeluznantes. Estos medios intentaron destruirme, tergiversando en varias ocasiones mis declaraciones

No obstante, me siento muy orgulloso de la película. La investigación para realizar a película fue muy dura y pesada, pero la película tenía muy pocos errores respecto a lo que se supo con la desclasificación de documentos. Estoy seguro que lo que se cuenta en «JFK» corresponde realmente a lo sucedido.

El legado de la película puede ser que, actualmente, la gente es más consciente de que América no es transparente. Hoy en día casi toda la documentación relevante ha pasado a ser de alto secreto y el acceso al público está restringido. El pueblo estadounidense no puede informarse correctamente. La televisión pública, por ejemplo, es un completo desastre y no sirve para nada, salvo para mantener a la población en la oscuridad informativa.

Cinematográficamente hablando, sin embargo, la película me supuso un gran reconocimiento en todas partes. Permitió cambiar el modo de percepción del espectador respecto al cine, la forma de ver cine.  Cambiamos el tipo de montaje (similar a lo que volvimos a hacer con «Asesinos natos» dos años después), modificando el concepto del tiempo, mezclando montajes de imágenes reales, empalmando distintos tipos de formatosHoy día es habitual, e incluso un poco aburrido, por exceso, pero, en aquel momento, era algo tremendamente original y que ha influido en muchos cineastas posteriores.

Un ejemplo claro del legado de la película es la declaración de Robert Zemeckis, eligiéndola como la que más le ha influido en su carrera de cineasta, cuando es bien sabido su desinterés por la política.

¿Ha sentido miedo por rodar determinadas películas? ¿Se ha sentido amenazado?

, pensé que me podía suceder algo malo en más de una ocasión. Durante el rodaje de mi nueva película, una dramatización de la vida de Edward Snowden, hemos tenido que tratar con información muy sensible, de seguridad nacional y esto puede producir cierta ansiedad respecto a las consecuencias que puede acarrear. Puede ser muy peligroso.

Aunque su filmografía está plagada de éxitos, no está exenta de feroces críticas y rechazo del público. Un ejemplo de ello es la cinta «Alexander» (Alejandro Magno, 2004). ¿Qué le llevó a realizar una película tan poética sobre este personaje, donde la escenografía e, incluso, la música de Vangelis parecen primar por encima de la realidad histórica?

Ha sido mi película y mi proyecto vital más ambicioso, pero también la experiencia más rompedora y triste de mi carrera.

La película se comenzó a rodar en 2004, con muy poco tiempo, porque Warner varios compromisos con las fechas de lanzamiento y estreno. Sólo tuvimos seis meses para hacerla, lo que produjo muchos problemas y, quizá, yo no di todo lo que podía haber dado.

No obstante, regresé a la película en 2007 y 2014 para realizar varios remontajes que, especialmente el de 2014, hacen de la película aquello que originalmente quería hacer. Incluye un intermedio que hace funcionar mucho mejor la historia y la película, al dividirla en dos. Lamentablemente sólo está editada en DVD y Blu-Ray en determinados países bajo el título de «Alexander, the ultimate cut» («Alejandro Magno, el montaje definitivo«, 2014), con una duración definitiva de 3 horas y 40 minutos. El personaje de Alejandro Magno es muy complejo y original y necesita un metraje largo para explicar todos sus matices.

La banda sonora original de Vangelis es gloriosa, romántica, épicauna de las mejores partituras para cine que se han hecho nunca que, irónicamente, la última vez que la escuché fue en una ceremonia de entrega de premios en un partido de béisbol… (suspiro jocoso)

«WTC» (2006) sorprendió a propios y extraños, al abordar el atentado de las Torres Gemelas desde una óptica humana y no crítica o analítica, una constante en su obra. ¿Se ha planteado volver a tratar aquellos acontecimientos desde un punto de vista más «conspiranoico«, al estilo «JFK»?

Me siento muy orgulloso de esa película. Es muy próxima, en espíritu, a «Platoon», porque se trata de una historia real, cosa que quizá no se explicó mucho ni en la promoción ni en las críticas.

Trabajamos con el Departamento de Bomberos de Nueva York, con la Policía, con los Agentes de la Autoridad Portuariapara tratar de hacer una descripción muy precisa de lo que pasó aquel día. Los efectos especiales están muy trabajados.

Por otro lado, cuando encuentran a esas personas no acaba la película, sino que empieza el horror del rescate, que resultó dificilísimo. Casi mueren los supervivientes. También tienen mucha importancia sus familias. Las mujeres de estos supervivientes tuvieron un papel clave a la hora de organizar todo este rescate. Queríamos mostrar de manera realista y precisa como eran las relaciones familiares en una catástrofe como esta y, desde el punto de vista de los supervivientes, también mostrar qué se puede llegar a hacer con tal de sobrevivir.

¿Puede citar tres elementos que le han ayudado y/o influido a la hora de escribir o dirigir?

Visión, inspiración e imaginación.

La visión permite ver una historia en cualquier hecho, cotidiano o no, pero la inspiración es, sin duda, fundamental.

Me han inspirado muchas figuras históricas norteamericanas, en muchas ocasiones su parte más negativa: El Poder, la Codiciacomo se puede ver en «Scarface» («El precio del poder«, 1983); «Natural born killers» («Asesinos natos«, 1994), mi visión del mundo a mediados de los 90, en que Estados Unidos se volvió loca y perdió completamente la razón y los noticiarios cambiaron su modelo hacia uno más «explotador» y sensacionalista; «U-turn» («Giro al infierno«, 1997), donde se retratan elementos mucho más rurales y crudos de los Estados Unidos, como el incesto, y en la que todos son unos hijos de puta, pero son personas divertidas y muy interesantes, hasta cierto punto; «Savages» («Salvajes, 2012), que se centra en el mundo de la droga, pero también habla del arte de la negociación

Incluiría un cuarto elemento, que es el desafío. Cuando alguien me dice que algo es imposible, consigue excitar mi creatividad.

En los años 80 nadie quería que hiciese «Platoon». Decían que nadie quería ver la realidad de Vietnam. Preferían la versión ficcionada de Rambo. Y se equivocaron. Se ha de ser agresivo a la hora de mostrar la realidad.

En el caso de «Wall Street» (1987), la gente me decía «pero, este guion es sólo gente hablando por teléfono, aquí no pasa nada. Necesitamos una historia de amor»… Pues, no. Y también funcionó.

Con «JFK» me dijeron que nadie soportaría que se mostrase la cabeza de Kennedy saltando por los aires. También se equivocaron. Es un elemento fundamental mostrar esa realidad.

«Nixon» (1995) y «W» (2008) no mostraban el típico biopic. No me gusta centrarme en los hechos y eventos, sino buscar los significados. Nixon, por ejemplo, no es sólo el personaje público, sino un hombre inseguro que se traiciona a mismo y a sus ideas, asustado de sus propios demonios, que procedían de su infancia, cuando vio morir a sus dos hermanos. De hecho, en la película, la muerte de uno de sus hermanos está rodada conscientemente como una escena de una película de terror. Nixon es un hombre atormentado en una casa encantada, rodeado de fantasmas todo el día. y su mujer es como su Ligeia, de Edgar Allan Poe.

George W. Bush, en cambio, es un hombre sin culpa ni remordimientos, encantado de haberse conocido y que pensaba «bien, vamos a cargarnos el Mundo en nuestra guerra contra el terrorismo«, cosa que me fascinaba, también. Me fascinaba que alguien pudiese tener esos mecanismos mentales. Bush era la oveja negra de una familia, que no servía para nada y que, de repente, pudo luchar y convertirse en la persona que ocupa el despacho más poderoso del mundo.

En los años recientes ha demostrado más interés en el cine documental. Como no podía ser de otra manera, con gran carga política. ¿Qué le llevó a adentrarse en este género? ¿Se siente cómodo en él?

, he hecho 6 o 7 documentales, entre ellos los dedicados a Fidel Castro o Hugo Chávez, dos presidente latinoamericanos que han llevado a cabo cambios profundos y fascinantes en sus países, pero que son ignorados por el público norteamericano, porque a los medios no les interesan. También hice uno sobre Yasir Arafat, que interesó mucho más a los israelíes… (risas).

«W» se puede encuadrar también dentro de este género. Como ya he dicho antes, estaba fascinado por responder preguntas como «¿Por qué llegó este hombre a la Casa Blanca, al Despacho Oval?» «¿Es esta la american way (manera americana) de hacer las cosas?». Me parece una aberración.

Por este motivo he escrito, junto a Peter Kuznick, profesor liberal de Ciencias Políticas, «La historia silenciada de Estados Unidos«, basado en la serie documental que produjimos en 2012, del mismo título. Abarca la historia de Estados Unidos desde 1898, con la invasión de Filipinas y la expulsión de los españoles, hasta 2012 y muestra como Estados Unidos se ha comportado siempre como una potencia imperialista. De hecho, poniendo como ejemplo el mismo caso filipino, las tropas estadounidenses contaron con la ayuda de la población autóctona, que los veía como salvadores. Pero, una vez expulsados los españoles, el conflicto se convirtió en un Vietnam de la época y el conflicto fue más cruento que el que se había librado contra los españoles.

Se han cambiado o afectado políticas y regímenes políticos hasta en 90 ocasiones, colocando dictaduras terribles, se han creado guerras absolutamente innecesarias… Si se quiere ver verdadero cine de terror basta con visionar las 12 horas de la serie documental que ha inspirado este libro, sin duda el que considero mi mejor trabajo como director de documental… y el más duro. El número de detalles era tan extenso que tardamos cinco años en rodarla completamente.

Ha nombrado, indirectamente, «South of the border» («Al sur de la frontera«, 2009). ¿Encontró censura a uno y otro lado del «muro«? Si es el caso ¿De qué tipo?

Por la parte latinoamericana no encontré ningún tipo de censura. Al contrario, fue una obra muy admirada. Por ejemplo, la intervención de Hugo Chávez corresponde exactamente a lo que dijo e hizo en realidad, sin cortes ni ediciones. Es un documental con un gran espíritu, casi como una declaración de amor.

En cambio, la reacción en Estados Unidos fue muy mala. Incluso se hicieron chistes y bromas desde medios de gran trascendencia como el New York Times. La recepción fue muy mala.

Cualquier movimiento nacionalista de izquierdas latinoamericano es criticado en los medios estadounidenses. Incluso Lula da Silva, que es un personaje popular, no le interesa en absoluta a la prensa norteamericana. Por ejemplo, nunca me han invitado a la radio pública para hablar de estos temas.

Aquí, en España «El País« fue tremendamente contrario al documental.

Ya que hablamos de España… ¿Ha pensado en rodar un documental de nuestra situación política y social? Le podría dar para una serie entera

Sin duda… (Risas)

En el libro se hace referencia a España, como cuando Eisenhower visita el país tras la Guerra Civil, lo que demuestra la ignorancia de Estados Unidos sobre la situación que vivía España en aquellos momentos, al apoyar un régimen como el del general Franco.

No habría de descartarse

Para finalizar, y ante los recientes acontecimientos que se suceden en Europa ¿Cuál es su posición frente a la religión, siendo como es Estados Unidos un país donde ésta tiene una gran influencia en la forma de vivir de millones de personas?

Estados Unidos se está convirtiendo en un país donde el fundamentalismo se está volviendo algo mucho peor que lo que existe en Oriente Medio. Lo encuentro espantoso, aberrante. Rechazo cualquier tipo de fundamentalismo en cualquier ámbito de la vida, no sólo social o político, sino también en el económico. Supone un rechazo absoluto hacia el pensamiento moderno, negar todo lo que hemos aprendido en los últimos siglos.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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