Tras el castigo asimétrico infligido por Israel, toda la infraestructura básica, escuelas, mezquitas, hospitales y el 80% de los edificios de Gaza habrían sido arrasados por los bombardeos sistemáticos de la aviación, con el resultado de cerca de 17000 víctimas civiles palestinas, (7000 de ellos serían niños) y varios miles más enterrados entre los escombros.

El verdadero objetivo de la campaña militar de Gaza sería provocar una segunda nakba en la que 1,5 millones de palestinos se verán obligados a abandonar una Gaza convertida en un amasijo de escombros y restos humanos que imposibilitará el retorno de la población gazatí desplazada y el confinamiento de palestinos en un campo de concentración al aire libre de 1,7 Km² ubicado en Ráfah, situación descrita por el alto Comisionado para los DD. HH. de la ONU, Volker Türk como «apocalíptica», al tiempo que advierte «del creciente riesgo de genocidio».

Dicho confinamiento forzoso de la población gazatí sería una medida de presión para que Egipto abra su frontera y los palestinos queden asentados en la Península del Sinaí, tras lo cual Israel procederá a la Declaración unilateral de la soberanía sobre Gaza y sus zonas marítimas. Así, Israel asumiría el control de las rutas marítimas y la exploración de las reservas de gas gazatíes que quedarían integrados en las instalaciones en alta mar de Israel y procedería a la construcción del Canal Ben Gurion. Este proyecto, que lleva el nombre del padre fundador del régimen de Israel, David Ben Gurion, fue concebido a finales de la década de 1960 con miras a crear una ruta alternativa al canal de Suez, la principal ruta marítima que conecta Europa y Asia y que de esta forma quedaría bajo control judío- estadounidense.

Posteriormente, en la segunda fase de la limpieza étnica emprendida por Israel, asistiremos a la expulsión de la población árabe de Jerusalén Este y a la imparable extensión de asentamientos de colonos israelíes en Cisjordania, quedando Ramala como islote palestino en un océano de colonias israelíes donde languidecerá hasta su muerte un Abbas devenido en mero siervo de Israel.

En consecuencia, la teoría de los dos Estados quedará como una utopía imposible de germinar dada la inexistencia en ambos bandos de interlocutores válidos para negociar una paz duradera que lleve implícito el mutuo reconocimiento de los Estados de Israel y el de Palestina.

Articulista en Revista Rambla | Otros artículos del autor

Nacido en Navarra en 1957. Escribe análisis sobre temas económicos y geopolíticos. Es miembro de Attac-Navarra. Colabora habitualmente en varios medios digitales e impresos españoles y latinoamericanos.

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