Desde principios de año, algunos bares del Barrio Gótico de Barcelona están siendo objeto de redadas policiales de forma constante. Grupos del cuerpo de la Guardia Urbana, denominado AROS, son los encargados de llevar a cabo estas acciones.

Según relata uno de los dueños afectados, propietario de varios bares conocidos en el Gótico, los agentes entran en los locales a altas horas de la noche. En su caso, un viernes a la 01.30 h, un grupo de 20 policías encapuchados y con el atuendo de los Antidisturbios entró en su bar, donde retuvo a trabajadores y clientes hasta las 04.00 h de la madrugada. “Luces arriba, música abajo, todos contra la pared y perros antidroga”. Todo un despliegue policial más propio de narcotraficantes que de un bar con un aforo de 37 personas.

Estos hechos se han ido repitiendo en la zona desde hace 6 meses, y cada vez son más frecuentes. “Al principio era una vez al mes, porque van por áreas, barriendo la zona, pero ahora es más frecuente”, afirma.

Las consecuencias de estos actos, para los bares, sus dueños y sus trabajadores, son nefastas. Desde multas que oscilan entre los 600 y los 10.000 euros, hasta cierres preventivos que pueden durar hasta 6 meses, sin contar con la pérdida de clientela debido a la mala impresión que ocasionan estos acontecimientos y al cierre de los locales.

Estas situaciones no son una novedad, aunque sí lo es el modo en que se efectúan. En los últimos 10 años, el cumplimiento de la normativa en los bares se ha ido controlando. Algunos agentes, dos a lo sumo, eran destinados a este fin, y acudían a los locales para medir la música y comprobar que todo estaba en regla. En el caso de que no fuera así, el dueño era informado de las irregularidades y contaba con un plazo para solucionar el asunto, sin ser sancionado. Pasado dicho plazo, se efectuaba la multa. Ahora, las consecuencias de las irregularidades son inmediatas, y los cierres de los locales se ejecutan sin previo aviso, con la consiguiente pérdida económica que supone para el dueño y sus trabajadores, que pierden su empleo.

La única forma de evitar las sanciones, multas y cierres preventivos de los bares es ajustar estos locales a la legislación vigente, sin que excedan el aforo que les corresponde ni los niveles máximos de sonido. Para ello, los dueños deberían solicitar una ampliación de licencia, pero actualmente, y en función de las zonas en cuestión, las licencias que se conceden son limitadas.

De este modo, y sin una posible solución definitiva a causa de la escasez de licencias, los bares afectados vuelven a abrir, después de haber pagado las sanciones y de, en el peor de los casos, haber estado cerrados durante meses. Como las circunstancias son las mismas, las redadas vuelven a producirse y las multas y cierres vuelven a proceder, iniciando un proceso cíclico.

Turismo de calidad

De los motivos de estas desmedidas acciones poco se sabe, aunque los propietarios lo relacionan con un turismo de calidad.

“El Ayuntamiento trata de conseguir un turismo de calidad limpiando la zona de aquellos bares que no se amoldan al prototipo deseado. Un perfil de bar donde las cañas valgan 4 euros, para que la clientela que acuda a ellos sea de un nivel adquisitivo alto.”, explica el dueño de uno de los bares afectados.

El Barrio Gótico de Barcelona es uno de los más frecuentados y demandados por los turistas. Esta zona se ha convertido en los últimos años en un paseo constante de ‘guiris’ que disfrutan de su estancia en la Ciudad Condal.

Pocos son los bares que quedan en los que se hayan mantenido los precios y la clientela desde su apertura, pues la inmensa mayoría ha amoldado su estructura a este tipo de clientes. La subida de precios condiciona el flujo de visitantes, que suele limitarse al perfil del turista.

“Las presiones por parte de los hoteles y las inversiones extranjeras están potenciando esta limpieza. Si una cadena de hoteles rusa decide invertir en la ciudad y abrir un hotel de 5 estrellas en un barrio olvidado de Barcelona, lo hace con la condición de que el Ayuntamiento le limpie la zona, y la forma de hacerlo es esta.”, denuncia el afectado.

Ante este panorama, los dueños afectados denuncian su situación de miedo e incertidumbre, y reclaman el cumplimiento de los discursos políticos. “Un bar también es un negocio, en el que se invierte y se emprende. Somos jóvenes emprendedores, que apostamos todos nuestros ahorros en esto, damos trabajo a nuestros camareros y no nos están dejando crecer.”

Los bares de siempre

Los bares que más están sufriendo estos últimos acontecimientos son conocidos como ‘los bares de siempre’. Esos bares en los que más que pasar el tiempo, se hacen amigos y se desarrollan ideas y personas. Bares en los que han crecido y se han enamorado sus clientes.

Son los bares de toda la vida, donde cientos de personas han encontrado un referente, un punto de encuentro, un segundo hogar. Sus paredes han sido testigo de miles de historias, sus puertas, las que ahora se cierran, han recibido a centenares de personas que han encontrado en ese lugar un sitio donde compartir impresiones y en el que quedar con sus seres queridos.

‘Mis mejores canciones las he escrito en la servilleta de un bar’, decía José Alfredo Jiménez.

Y es que los bares, queridos bares, son algo más que un establecimiento. Suponen un hogar para miles de personas, las mismas que se organizan y se movilizan cuando las autoridades precintan alguno de estos entrañables locales.

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