Como desarrollamos en páginas centrales, las pensiones, la reforma de la ley del aborto, la del Código Penal… son algunas de las puntas de lanza de la actual ofensiva del gobierno de Rajoy. Aquí vamos a analizar otra: la de la unidad del Estado español alrededor de la campaña contra «el problema catalán».

El problema catalán

Del silencio, como si no pasara nada en Catalunya, Rajoy ha decidido pasar a la ofensiva en lo que se refiere al «problema catalán»: no sólo no va a haber consulta –afirma-, sino ni siquiera un acuerdo de financiación mejorado, como le pedía el PP catalán, anticipando la revisión del sistema.

Rajoy quiere resolver el partido por goleada, sin ceder a un nuevo acuerdo que frene el proceso abierto de recentralización del estado. ¡O ahora aprovechando la presión de la crisis o nunca! Parece su divisa. Esa posición deja en evidencia al propio PP en Catalunya, pero Rajoy espera que ese sacrificio sea compensado en votos en otros lugares del estado y para ello convierte su política en una nueva cruzada, sembrando más anticatalanismo.

La patronal catalana es la fiel aliada del estado. Siempre ha sido así. La burguesía catalana primero es burguesía y luego –si queda espacio y le puede sacar algún rendimiento- es catalana. Una vez más la patronal de Foment del Treball, encabeza el frente contra el derecho a decidir, aunque de momento su expresión es contra la independencia y por que se llegue a un acuerdo negociado (es decir, imposible) sobre la consulta. Su expresión política es Durán i Lleida. También esa política tiene un alto precio político: la división cada vez más profunda en CiU, que al precio de una grave crisis interna, muy probablemente precipite la crisis del gobierno catalán antes de final de año.

La realidad en la calle deja poco margen de maniobra a Mas, tras tres años consecutivos en que más de un millón de catalanes salieran a exigir autodeterminación e independencia. El sentimiento no sólo no pasa, sino que se alimenta de las decisiones del Gobierno central. Mas tiene que elegir entre traicionar el compromiso sobre la consulta y el derecho a decidir y liquidar electoralmente CiU o seguir con el compromiso desestabilizando Gobierno y relaciones estatales. Poco nos equivocaremos al decir que la burguesía catalana tiene el síndrome de Cambó y la Lliga Regionalista que acabaron apoyando el golpe de Primo de Rivera y fueron electoralmente liquidados después. Las encuestas ya dan a ERC como primera fuerza política, mientras CiU sigue cayendo.

De otro lado, el 12 de octubre se reunió en Barcelona una concentración con miles de manifestantes en defensa de la unidad de España. El fracaso de la manifestación fascista (unos 300) demuestra que el referente para los autocares –también de extrema derecha- era la manifestación del PP y Ciutadans. Éste, como un nuevo lerrouxismo, empieza a vertebrar esta reacción contra «el problema catalán». Pero como su homólogo de los años treinta empezó su españolismo con un discurso radical e izquierdista para acabar formando parte de la España clerical y reaccionaria en el bienio negro.

Sin embargo ese proceso de construcción es aún muy incipiente, es cierto que un sector de la clase obrera catalana, que fue inmigrante en los 50 y 60, no ve la independencia, pero también desconfía con razón de los que el 12 de octubre se manifestaron en la Plaza Catalunya de Barcelona. La responsabilidad de la izquierda catalana es establecer un diálogo con estos sectores alrededor de la defensa del derecho de autodeterminación, alrededor de la lucha por la mejora de las condiciones laborales y sociales.

Por la política del PSOE y también de IU un sector de los trabajadores del estado es empujado directamente a la defensa del estado y su constitución monárquica contra el derecho de autodeterminación catalán, pero otro sector lo mira de lejos como si se tratara de una disputa entre dos sectores burgueses.

Pero hay más que eso. Marx y Engels llamaban a los trabajadores ingleses a hacer suya la lucha de Irlanda porque el mantenimiento de la opresión británica reforzaba la explotación de la clase obrera británica. Por esto la defensa del derecho de autodeterminación de Catalunya interesa y mucho a la clase obrera del resto del estado que también sufren la Monarquía. Una victoria del centralismo del estado será inmediatamente utilizada para combatir la resistencia obrera o joven en Madrid o Extremadura.

Por ello es imprescindible que esa batalla en defensa del derecho de los pueblos a la autodeterminación que niega el estado sea tomada por un frente de organizaciones de la izquierda, un frente que debería tener su expresión en las próximas elecciones al parlamento europeo. Un frente que uniera ese problema democrático con el de la respuesta a la crisis en ruptura con los mercados y el marco europeo. Hemos venido insistiendo en que ese frente tiene un antecedente que reivindicamos, el de Iniciativa Internacionalista, que hoy debiera actualizarse alrededor de la CUT-BAI, la izquierda abertzale, la CUP-AE y sumar a organizaciones anticapitalistas. No es fácil, pero a más sigue la ofensiva, más necesaria es para los y las trabajadoras y los pueblos.

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