El diario El País organizó el primer debate digital de la Historia de España entre los candidatos a las elecciones presidenciales del próximo 20 de diciembre, Albert Rivera (Ciudadanos), Pedro Sánchez (Socialistas) y Pablo Iglesias (Podemos). El presidente y líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, no participó porque solo está dispuesto a enfrentarse al PSOE, su viejo rival.
El primer gran debate entre los cuatro candidatos que se disputan la presidencia de España el próximo 20 de diciembre fue de a tres. El actual jefe del Ejecutivo y líder del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy, prefirió no acudir al espacio de dos horas que el diario El País organizó en su edición digital – el primer debate por internet de la historia española– y les dejó cancha libre a sus opositores tanto para que presentaran sus propuestas como para que arremetieran sin descanso contra sus últimos cuatro años de gestión.
«A dos, es como son los debates importantes«, argumentaba Rajoy sobre su decisión de elegir una sola contienda televisiva de entre las más de 30 propuestas que recibió su equipo. “Todos los debates en democracia han sido entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición«, insistía, y mientras sus principales contrincantes hacían arder las redes sociales con su acalorada discusión en El País, el presidente español concedía en solitario una entrevista a la televisión privada Telecinco para defender sin riesgos su programa.
Vieja y nueva política, al menos en las formas. El señor Rajoy mantiene a ultranza las maneras tradicionales, los “chicos guapos y jóvenes” que le pelean el cargo ya no saben más que hacer para romperlas. Albert Rivera, líder de Ciudadanos (C’S), Pablo Iglesias, de Podemos, y Pedro Sánchez, secretario general de los socialistas (PSOE) protagonizaron un debate que, por su formato digital, es inédito en la democracia española pero que, por su contenido, no distó demasiado de lo que la ciudadanía viene viendo en campañas anteriores. Las caras son más joviales, también los looks– no así el de Albert Rivera, que vistió un traje azul al mejor estilo “pepero”– pero los reproches, los golpes bajos, los trapos sucios y la falta de escucha a los que la política española está tan acostumbrada siguen ahí, anclados, pese a los nuevos aires.
Los más duros golpes fue el líder de los socialistas quien los recibió. En este binomio “vieja/ nueva política” que está marcando la carrera hacia la presidencia, hay un claro exponente del antiguo modelo, que es Mariano Rajoy, y dentro del bloque de los que claman por el cambio, también, Pedro Sánchez. Ambos representan el bipartidismo que gobierna a España desde 1978 y al que tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias pretenden fracturar por considerarlo una de las principales causas de la crisis democrática que vive el país. Sánchez se defendió de “los nuevos” convencido de haber levantado junto a su partido– el que más tiempo gobernó en España, tal como apuntó el candidato socialista a lo largo del encuentro– el Estado de bienestar.
Los tres líderes debatieron durante 90 minutos sobre cinco bloques temáticos (la amenaza yihadista; economía y empleo; política social y estado de bienestar; política territorial; y reformas y regeneración política), moderados por el periodista Carlos de Vega e interpelados también, al final de cada bloque, por miembros del público. Las discrepancias pudieron verse ya desde los primeros minutos, cuando la discusión giró en torno a a posibilidad de que España intervenga en un conflicto bélico entre Siria y Libia, en respuesta a los pedidos de apoyo del presidente francés François Hollande. Pablo Iglesias fue el único que se opuso tajantemente a la intervención militar, recordando que los bombardeos no sirvieron para nada en Afganistán, Siria, Yemen o Irak y comprometiéndose a celebrar un referéndum antes de actuar, mientras que sus contrincantes respaldarían a Francia sin dudarlo.
El segundo momento de tensión se vivió durante el bloque dedicado a la economía, donde el único punto acordado entre los tres fue el de la derogación de la reforma laboral promulgada por el PP, causa– en opinión unánime de los candidatos– de la enorme precariedad del empleo que existe hoy en España. El resto, fueron reproches y críticas cruzadas, sobre todo, hacia el proyecto de “contrato único” que quiere instaurar el líder de Ciudadanos. «El modelo laboral ha sido un fracaso, el de Zapatero y el de Rajoy. No podemos seguir con contratos basura. Proponemos un contrato único para todos los trabajadores donde prime el esfuerzo”, explicaba Rivera. Iglesias, por su parte, apostaba por una reforma fiscal: «Hasta ahora han propuesto que se apriete el cinturón la gente. Nosotros proponemos una reforma fiscal que luche en serio contra el fraude. Hay que competir por arriba, no por abajo«.
Otro punto álgido del debate fue el que tocó la cuestión territorial, tema especialmente sensible en estos momentos de acusada batalla entre los partidos independentistas catalanes y los unionistas. Para Albert Rivera, “a España no hay que romperla, hay que reformarla«; Iglesias, por su parte, asegura que Podemos son «los únicos capaces de asegurar la unidad del país» y que su partido está «de acuerdo en que Cataluña defina su futuro votando«; y Sánchez insistió con la propuesta socialista de “una reforma constitucional que vaya a un Estado federal».
Pero una vez expuestas las ideas tal como lo tenían estudiado, la compostura se perdió rápidamente y Sánchez le lanzó a Iglesias su habitual artillería de tacharlo de comunista. «El único país que ha reconocido el derecho a la autodeterminación ha sido la URSS«, le dijo el candidato del PSOE al de Podemos. «Uh, qué miedo«, le respondió Iglesias, recriminándole que usara «argumentos propios de la caverna mediática«. Rivera no se quedó atrás y atacó al socialista, acusándolo de apoyar el independentismo en algunos municipios catalanes, a lo que Sánchez saltó, enfurecido: «No me llames independentista porque yo no te llamo extrema derecha«.
Distancias insalvables entre los tres candidatos al mando de un país al que, aunque hacia rumbos muy diferentes, dicen querer darle un giro de 180 grados. Pero no tan insalvable, de momento, como la que los separa del cuarto contrincante ausente en el debate de este lunes y en la mayoría de los que le seguirán durante la campaña, el presidente Mariano Rajoy.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.