La novelista y filóloga Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963) llegó a Barcelona desde Fráncfort, ciudad donde vive desde 1991, para presentar su última novela, Pensión Leonardo (Ed. Siruela). Unos días antes de dicha presentación, nos concedió esta entrevista.
Pensión Leonardo, para mi gusto la novela más lograda hasta el momento de Rosa Ribas, nos traslada al microcosmos de una hospedería del popular barrio del Poble Sec, en la Barcelona de mediados de los años sesenta. La mirada de Eulalia, Lali, una perspicaz niña de doce años, con alma de escritora y cronista de los pequeños instantes de la vida, se interroga e interroga sobre los secretos del pasado familiar que le quieren ocultar, sobre los huéspedes de la fonda y, entre lecturas de libros y tebeos, el trajín de maletas y viajeros con sus historias a cuestas, con sus desarraigos propios y ajenos, y el olor a puchero y las coplas sonando por los patios de luces, la niña se hace adulta y protagonista de su propia vida.
Entrevista a Rosa Ribas
Javier Coria.- Bueno, como hace años que nos conocemos, prescindiré del tratamiento de usted, porque quedaría artificial en este caso. Por cierto, te conocí con tu primera novela, El pintor de Flandes (Roca Editorial, 2006). Yo había escrito un reportaje histórico sobre el asesinato de Juan de Tassis (1582-1622), el conde de Villamediana, y tú tratabas el hecho en tu novela… ¡Y con ésta ya son diez novelas! ¿Ya puedes vivir de esto como una auténtica profesional de la escritura?
Rosa Ribas.- Sí, sí, lo recuerdo. Cuando nos conocimos, yo trabajaba en la universidad en Alemania, pero desde hace un par de años dejé la enseñanza y me dedico enteramente a la escritura, pero eso es posible porque vivo en Alemania, y allí los actos, las lecturas públicas, los encuentros con lectores, etcétera, son remunerados. Si le sumas a esto las ventas, pues me permite vivir de ello.
¿Todas tus novelas están ya traducidas al alemán?
Todas no. Las policiales, la serie de Cornelia, sí. La nueva serie que estoy publicando con Siruela, de la reportera Ana Martí -escrita con Sabine Hofmann- que está situada en los años cincuenta… más que traducidas, como las escribimos a medias, ya lo hacemos a la vez, en alemán y español. Don de lenguas –primer título de la serie de Ana Martí, el segundo es El gran frío- fue traducida a muchos idiomas y claro, eso ha supuesto un buen empujón, no sólo moral, sino económico, que es lo que te permite seguir escribiendo. Como para millonaria no iba, sino no hubiera estudiado filología hispánica, mis planes no iban por ahí. Pues como te decía, esto me permite tener la independencia para poder escribir lo que yo quiera y seguir haciéndolo.
En la librería Taifa del barrio de Grácia de Barcelona, donde realizamos esta entrevista, tanto libreros como lectores reconocieron a Rosa Ribas como la autora de la serie de la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor, de la que lleva publicado tres títulos, Entre dos aguas (Umbriel, 2007), Con anuncio (Viceversa, 2009) y En caída libre (Viceversa, 2011). Noto cierta inquietud en Rosa Ribas, que luego me confirma, y no es otra que la preocupación que todo autor de una serie tiene por ser encasillado en ella, y que sus otras novelas no sean conocidas o valoradas. Por ello la pregunta a Rosa Ribas era obligada. Para los que sólo te conocen por la serie de Cornelia: ¿cómo les explicarías qué es Pensión Leonardo?
Esta es la duda que tengo yo, porque me temo, como hemos visto, que me han encasillado, aunque yo creo no haberme encasillado, y me ven como autora de novela negra. Cuesta mucho, cuando has escrito en un género, que siempre va acompañado de un adjetivo… esto es novela, sin más, ni siquiera quiero ponerle el adjetivo de novela literaria, no, es novela. ¿Qué cómo la presentaría?, pues no sabría que decirte, que la perciban como una faceta más, un escritor no sólo escribe género, en mi caso he escrito otras cosas. Además es un camino que quiero seguir ahora. Seguiré escribiendo novelas de Cornelia, porque quiero terminar la serie, y terminaré la trilogía de Ana Martí, pero también he escrito otras cosas, es más, esta novela está escrita entre dos novelas de género, ya que la editorial consideró que era más útil consolidar la serie y luego editar Pensión Leonardo.
¿Entre qué novelas?
Entre Don de lenguas y El gran frío. De hecho, cuando estaba escribiendo Don de lenguas iba escribiendo esta. Que en Siruela me dijeran que la iban a publicar, pero después de El gran frío, fue un regalo para mí, porque me permitió retomar la novela con una enorme distancia, y la pude revisar y corregir con mucha tranquilidad, porque ya sabía que se publicaba. Así que me dediqué a pulir, hacer filigranas y eliminar cosas superfluas… me hicieron un regalo.
Que Rosa Ribas ha trabajado otros registros más allá de la novela de género negro, lo muestra no sólo esta obra, sino la sorprendente Miss Fifty, que nació como novela por entregas en el desaparecido portal de Internet “Sigueleyendo”, en el año 2012 e ilustrado por Clàudia de Puig, para pasar luego al papel (ed. Reino de Cordelia) con los dibujos de María Espejo. Marta Ferrer – Miss Fifty- es una cincuentona, de ahí su nombre de “guerra”, casada y madre de dos hijos, trabaja en la delegación de Hacienda de Barcelona y, desde hace unos meses, lucha contra un cáncer de pecho. En una de las sesiones de radioterapia, un misterioso rayo blanco le da superpoderes, como la invisibilidad, volar y otros que irá descubriendo. Así comenzará su labor de justiciera y desfacedora de entuertos. El sentido práctico lleva a Miss Fifty a descartar los incómodos trajes típicos de los superhéroes del cómic, por ello, cuando lucha contra los villanos que pululan por la ciudad, se enfunda en un pijama a cuadros –el que tiene la propia autora-, con las letras bordadas de M. C., y con unos necesarios bolsillos, que no tienen los trajes de látex, para llevar el teléfono móvil o las llaves de casa. Con benéfico y curativo humor, Rosa Ribas trata el tema de la enfermedad y de la madurez en las mujeres, esa edad donde parecen ser invisibles, pero esta vez de verdad. Todos conocemos en la vida real heroínas que con fortaleza se enfrentan o se han enfrentado al tratamiento para recorrer el camino de la curación, sacando la vida cotidiana y sus asuntos para adelante, y con el humor, todo se puede. Pero volvamos a la entrevista.
No es la primera vez que sitúas tus historias en la décadas de los cincuenta y los sesenta, en pleno franquismo. ¿Qué es lo que más te interesa de esas épocas?
Me atrae la posibilidad de hablar de unas épocas que están poco tratadas, aunque hay gente que pueda pensar lo contrario. Nunca habremos hablado lo suficiente, por no hablar lo bastante, yo pienso que así nos va. La política del borrón y cuenta nueva me parece que la estamos pagando muy cara. Y hay que hablar de ellas desde diferentes ángulos, como en esta novela, de la vida cotidiana, de la gran emigración que llegó a Barcelona en los años sesenta, la mínima modernización y apertura del país, debajo de la cual había un sedimento de silencios y de miedos que siempre estaban muy presentes… son temas que se tienen que tratar, y más de una vez. Me interesa porque es la época que está dando forma a la época que estamos viviendo ahora. Es la época de mis padres, y me ayuda a comprender muchas cosas.
Es curioso que a veces conozcamos mejor las historias de otros que las de la propia familia. Cuando nos hacemos mayores, empezamos a recordar, quizá porque eliminamos lo superfluo y vamos al disco duro de la vida, lo verdaderamente importante y, a veces, es lo que nos conforma como personas. Por cuestiones biográficas, imagino que esto también le pasara a muchos otros lectores de tu novela, esa pensión en que el emigrante vivía antes de poder pagar o encontrar un piso de alquiler; las habitaciones con “derecho a cocina”, donde en un hornillo de petróleo se hacia la comida de subsistencia y, las pocas veces que se podía, los ágapes sencillos en la “casa de comidas” de la propia pensión, con olor a puchero y como plato estrella, patatas fritas con huevos fritos, antes de que nos volviéramos tan esnobs…, y que ahora parece que todos entendamos de vinos y de alta cocina… en fin, el “comidas Luciano” de tu novela, me es reconocible, aunque lo recuerdo vagamente, porque apenas tenía yo cinco años. Creo que no has vivido eso, ¿de dónde sacaste esos sabores ambientales tan característicos de la vida en una pensión?
Mi abuelo tenía una pensión como esta en el Prat. La descripción de la pensión, con las libertades que me he tomado, es la pensión de mi abuelo. Tenía la vivienda familiar, al lado la fonda de comidas y arriba las habitaciones de los huéspedes. Necesitaba visualizar muy bien el lugar, y tomé la del abuelo, que como te dije estaba en el Prat, y no se llamaba Leonardo, sino Leoncio, menos glamuroso, y la trasladé a Barcelona para que no se convirtiera…, yo no conocí esa pensión, porque cuando yo nací ya había cerrado hacía mucho tiempo, quedaba el bar todavía, pero las habitaciones se habían convertido en pisos. Recuerdo muchas historias de la pensión, mis padres conocen a mucha gente del Prat porque el que más y el que menos, pasó por la pensión de mi abuelo mientras buscaban piso. Eso son las narraciones familiares; desde que era pequeña escucho historias de gente que venía del pueblo a la pensión, y luego venía un primo u otros familiares…Todo eso lo tengo, pero como te decía, lo pasé al barrio del Poble Sec, primero, porque conozco muy bien el barrio ya que cuando estoy en Barcelona vivo ahí, y segundo, no quería que se leyera como una novela biográfica, hay mucho de historias familiares, pero no es la historia de mi familia ni nosotros éramos una familia así. Para evitar esa lectura sesgada y el carácter universal que quieres que tenga la novela, decidí pasarla a Barcelona.
Además el Poble Sec es un barrio muy novelesco, con carácter y sabor, y muy poco tratado literariamente, salvo en algunas novelas de Francisco González Ledesma y en las letras de Joan Manuel Serrat, claro.
El Poble Sec es un barrio muy popular, un barrio de emigración, con calles estrechas y empinadas, pero sobre todo es un barrio que tiene las fronteras muy claras. Y esto te permite crear un microcosmos, el mundo de esta familia.
¿Has utilizado fotos de época para perfilar escenarios y personajes?
Es curioso que me preguntes esto, en la serie de Ana Martí trabajé mucho con fotos, pero en esta…, con imágenes siempre, por ejemplo he visto los No-Do de la época, que es una fuente de información impresionante, si le quitas el sonido que contamina. Necesitaba ver la gente en movimiento, ver la ropa, el aspecto de las calles, hay muy buenas fotos de la zona; luego hay gente con la que he podido hablar que me han contado muchas historias, y te van dando elementos. Pero he tenido que inventar un poco, porque lo necesitaba para la historia. Creo que nunca ha habido una pensión en la calle Magallanes, pero era una necesidad poética, una pensión, un lugar donde está gente anclada, varada, que lleve el nombre de un gran viajero… podría haber cogido la calle Tapioles, sí, pero no es lo mismo.
¿Qué tiene la protagonista Lali de Rosa Ribas?
Para crear al personaje tienes que hacer un ejercicio de memoria y buscar cuál era tu horizonte con esa edad, que es muy difícil. Primero tienes que buscar tu imagen física, o mirar chavales de doce años, aunque actualmente sean diferentes, ver cómo son físicamente, para luego preguntarte cómo piensan, cómo ven el mundo…, para que no te salga ni muy infantil, ni un niño redicho o pedante. Lali tiene la visión particular de una niña de doce años que está a punto de descubrir cosas muy importantes.
Justificas la utilización de palabras que no serían propias de una niña de doce años con las lecturas de tebeos…
Sí, como cuando le pregunta a la madre: ¿Tú sabes dónde está Beluchistán?
Pernambuco, Sebastopol o la Conchinchina…
Exacto, Mortadelo y Filemón nos han dado una cultura geográfica brutal, porque te preguntabas dónde estaban esos lugares, es así como vas integrando…
¿Tú leías tebeos y novelas de aventuras?
Muchísimos…
Y como hace Lali con su padre, ¿la mañana de los domingos ibas al mercado de Sant Antoni a cambiar tebeos?
Claro, como me preguntabas al principio, Lali tiene, lógicamente, algo de mí. Ella es el germen de una escritora, es una niña de la narración, quiere que le cuenten cosas y necesita contarlas, y cuando las cuenta, las transforma para que el oyente quede más contento. Lo que quiere en el fondo, y se ve en toda la novela, es conocer el principio de su historia, que se lo den, porque se lo niegan, y por eso sus lecturas y el ansia de que le cuenten más, y convertirlo en cultura de transmisión.
¿De todas tus novelas cuál es la que te ha dejado más satisfecha?
Pues las últimas, ésta en concreto. Con las novelas de Ana Martí, aunque no me voy a comparar, pero soy una apasionada de Juan Marsé, y volver a los cincuenta, aunque yo no los viví…, en fin, Pensión Leonardo también refleja mis últimas lecturas…
¿Cómo ve una catalana que vive en Alemania el proceso soberanista o independentista?
Me interesa, pero lo vivo con una absoluta distancia. Lo que tiene vivir fuera es que te da una perspectiva más amplia. Siempre me ha parecido una enorme cortina de humo, porque los problemas reales están ahí. El desmantelamiento social que sufre el país, el desmoronamiento de la educación, del sistema sanitario, de la vida cultural…, eso es importante, después ya podemos hablar de otras cosas.
¿Y las elecciones municipales?
Yo he seguido con mucho interés la de mi ciudad, el Prat, y por suerte se sigue votando a un alcalde y un equipo –Iniciativa per Catalunya Verds, con 11 concejales, ganó las elecciones- que ha hecho que el Prat deje de ser un supermercado de la droga, y el Bronx de Barcelona. Ahora hay una calidad de vida y no es un apéndice de Barcelona. El Prat es una ciudad donde la gente quiere vivir. Y me parce también muy bien que en Barcelona, me gusten más o menos algunos candidatos, que la señal vaya en el sentido de que no podemos seguir así, y es bueno que se hagan propuestas desde plataformas ciudadanas.
¿Algún proyecto más con Sabine Hofmann?
Empezaremos pronto la tercera novela de la serie de Ana Martí, que decidimos que fuera una trilogía, pero ahora cada una de nosotras está con otros proyectos. Yo estoy con otra novela y tengo que terminar la nueva Cornelia para el año próximo; ella está trabajando en otra novela…
¿Hay una cuarta entrega de Cornelia? ¿Ya está escrita?
Sí, ya está terminada, falta dar algún retoque, y va a salir con la editorial Grijalbo el año que viene. Con un poco de suerte saldrá paralelamente en alemán y español, porque han comprado los derechos para Alemania. Ahora estamos pensando, con Sabine, si empezar ya la tercera de Ana Martí y aparcar los proyectos individuales que tenemos, o terminarlos y abordar después la tercera. Ya tenemos la idea, tenemos los escenarios…, como está ahí, nos está pidiendo salir.
¿Sigues escribiendo a mano y con lápices?
Síííí…, y como soy zurda, con la mano izquierda. Ahora como los amigos lo saben, todo el mundo me regala lápices. Tengo lápices preciosos, pero sean bonitos o feos, los utilizo todos, todos…, los lápices están hechos para escribir. Incluso uso ese que te regalan de broma o suvenir; ningún lápiz me da vergüenza.
¿Tienes alguna manía o ritual cuando te pones a escribir?
Bueno, escribo a lápiz y en libretas, y trabajo muy bien en cafés, el ruido de los bares no me molesta. Me levanto, me ducho y me voy a un café de mi barrio que abre muy temprano, como el que va a la oficina. La primera hora trabajo allí, y cuando estoy activada vuelvo a casa. Si no salgo, me dormiría. Y lo que también hago es, cuando el lápiz a terminado su servicio, cuando es ya muy pequeñito para escribir, los voy pegando, todos juntitos, en un cuadro enorme que tengo.
Enrique Jardiel Poncela escribía por los bares de Madrid, empezó en el Café Universal. Cuando la 20th Century Fox lo contrató para trabajar en algunos guiones de las versiones en castellano de películas, le pusieron un gran despacho en Hollywood, y no podía escribir allí. Los decoradores de los estudios de cine tuvieron que recrear un café de Madrid y entonces sí…
Ja,ja,ja…, sabías que hay una aplicación para móvil que reproduce sonidos de cafeterías y hay gente que se lo pone para trabajar. Lo bueno es que entre esos ruidos está el del molinillo de mi cafetería; cuando muelen vibra el bar entero, pero yo estoy concentradísima.
¿Y guardas los originales manuscritos? ¿Los pasas al ordenador tú?
Sí, no todos los apuntes, pero los cuadernos sí los guardo todos. De cada novela guardo un manuscrito muy primitivo, uno del medio, y el final con todas las correcciones. Lo paso yo misma al ordenador, pero como tengo la vista muy débil, tengo un programa de dictado.
El dictar o leer una novela en voz alta es la mejor manera de corregir, porque te percatas enseguida si algo no funciona. Cuando no lees para documentarte, ¿con qué libros disfrutas?
Pues de género no leo mucho ahora, estoy un poco cansada…, voy picando…
Una recomendación de algo que hayas leído últimamente.
De lo último me ha gustado mucho, es muy poética, Hacia la boda, de John Berger. Lo leía a la vez que otra novela que me ha dejado muy impresionada, La carretera, de Cormac McCarthy, y el contraste fue tremendo. Antes había leído una novela de un autor alemán, Austerlitz…
Sí, creo que fue la última novela de W. G. Sebald…
Sí. Me fascinó, me gustó muchísimo, porque tiene esas frases largas, no a lo Thomas Mann, pero con un estilo decimonónico…, la leí en alemán y me gustó mucho. Luego leí la novela de un argentino que vive en Madrid, Subsuelo, de Marcelo Luján, que me ha gustado. La han puesto de género, pero no lo es necesariamente. Me pareció una novela muy intensa…, es que voy leyendo de una forma caótica, hay libros que me llevan a otros, o alguien me habla de uno y lo leo. También he leído cosas que no me gustaron nada. El que sí me está gustando mucho, es uno de relatos, que los leo despacio, de Cristina Fernández Cubas, La habitación de Nona. Lo estoy disfrutando, es que Cristina escribe muy bien.
¡Qué gusto!, siempre que hago esta pregunta a un novelista me suelen decir que no están muy al tanto de lo nuevo que se publica en España. Gracias, Rosa Ribas, por la entrevista.
Ha sido una charla muy agradable y me ha encantado esta librería.
Rosa Ribas, después de las fotos, se va a pasear por el barrio haciendo tiempo hasta la hora en que otro compromiso la requiere. Se aleja calle Verdi abajo, y por un momento, vislumbro en ella a la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, de padre alemán y madre gallega, o a la reportera de La Vanguardia, Ana Martí Noguer, que recorre la Barcelona de los años cincuenta. Pero me da a mí que Rosa Ribas es más Miss Fifty, y sobre todo, Lali, la noia del Poble Sec de la Pensión Leonardo.
Periodista, fotógrafo, escritor e investigador.