El 4 de julio de 1944, en el Consejo de Guerra celebrado en Alcalá de Henares, Polonia Sixta Carrasco Puente, que así se llamaba, fue condenada a pena de muerte por un delito contra la Seguridad Interior del Estado, delito considerado de excepcional gravedad. Sixta Carrasco había cumplido el 9 de febrero anterior los 63 años de edad, una anciana en aquella época.
Sixta lo negó todo en comisaría; ni había sido «Responsable de masas» en el Comité del Partido Comunista de España en Valladolid, ni su nombre de clandestinidad era «Juanita», ni conocía a ninguno de los demás detenidos que le llevaron a su presencia y no entendía por qué había escrito el entonces máximo responsable del PCE Heriberto Quiñones, que ella había sido capaz de construir «con acierto» en Valladolid un «eficaz aparato conspirativo» del que antes carecía, en un informe que la policía le requisó a Quiñones al ser detenido en diciembre de 1941. No se refería a ella.
Sixta solo reconoció que era republicana, desde su niñez, porque había sido educada en una familia republicana y esas ideas se las llevaría a la tumba. Por eso se llamaba Sixta, en honor del mártir republicano y socialista fourierista Sixto Cámara que había fallecido en Olivenza (Badajoz) en 1859. Los veteranos republicanos de Badajoz, como su padre Esteban, nunca olvidarían a Sixto Cámara.
De nada le sirvió su total negativa en la comisaría. Hasta su marido, Críspulo Ruiz Renedo, confirmó que Sixta era «Juanita», y el resto de detenidos la señalaron sin ninguna duda como la que había sido los últimos meses la Responsable de Organización del Comité que se había reconstituido a mediados del año 1941 en Valladolid.
Tras ser conmutada su sentencia por la de 30 años de prisión, y después de pasar más de diez años en la Prisión de Mujeres de Madrid (Ventas), la Junta Provincial de Libertad Vigilada de Valladolid acordaba que, no obstante su avanzada edad -ya había cumplido los 71 años-, consideraba por segundo año consecutivo que la prisionera Sixta Carrasco Puente era peligrosa para el régimen, por lo que informaba desfavorablemente para la concesión de los beneficios de libertad condicional.
Pero, ¿quién era la «peligrosa» Sixta Carrasco?
No era una desconocida, ni mucho menos. Cuando la detuvieron el 20 de enero de 1942 en su casa de la Carretera de Segovia n.º 79 de Valladolid, Sixta Carrasco trabajaba de bordadora, realizando labores para la céntrica «Casa Egido» de dicha capital, y su marido Críspulo, con una larga enfermedad laboral que le impedía trabajar, le ayudaba consiguiéndole los materiales que necesitaba y entregando los pedidos que ya había terminado.
Sixta era bordadora desde hacía más de quince años, compaginando este trabajo con el de maestra privada dando clases particulares, pues ella era la única que llevaba un jornal a casa, pero en realidad Sixta Carrasco consiguió el título de maestra de primaria en la Escuela Normal de Maestras de Badajoz ¡cuando aún no había cumplido los quince años de edad!
En 1900, con 19 años, y sin haber podido aprobar las oposiciones a maestra, dejó su pueblo natal, Fuente de Cantos, y se marchó con su familia a Madrid. Allí, en su casa de la Plaza de San Gregorio (actual plaza de Chueca) n.º 24 va a abrir una escuela laica de niñas, que dirigirá varios años, convirtiéndola en pocos meses en «la primera escuela moderna femenina de Madrid», pues no solo daban clases de primaria y secundaria, sino que también ofrecían «jardín de infancia, talleres-escuelas para adultas y conferencias de extensión universitaria».
En ese nuevo ambiente donde la figura del padre va a ser fundamental, se va a convertir en librepensadora y en colaboradora de Las Dominicales del Librepensamiento, teniendo todo el apoyo y consideración de su director Fernando Lozano-Demófilo. De la misma forma, en enero de 1902, a punto de cumplir 21 años, y en la esfera del «socialismo práctico» y el republicanismo de figuras como Ernesto Bark y Eduardo Barriobero, entre otros, «la jovencísima y elocuentísima» Sixta Carrasco va a convertirse en fundadora y presidenta de la «Unión de Mujeres Españolas», uniéndose a los escasos colectivos feministas y librepensadores que entonces existían en España, y que mencionó en su discurso de presentación: la Sociedad Concepción Arenal de Cádiz (liderada por Amalia Carvia), La Unión Femenina de Elche (liderada por Amalia Mendiola), y la Sociedad Progresiva Femenina de Barcelona (liderada por Ángeles López de Ayala), dedicando «la distinguida oradora» desde la tribuna del local de la Sociedad «El Librepensamiento» en la calle Horno de Mata n.º 7 «sus escritos y sus recuerdos a la abnegada labor de Belén Sárraga en Málaga».
Así comenzaba Sixta Carrasco una larga trayectoria como librepensadora, cooperativista, feminista, pedagoga y activista anticlerical (entre otras muchas cosas, fue vocal de la directiva de la «Unión Anticlerical» de Facundo Dorado en septiembre de 1902), que continuó, al fallecer su padre, ya como maestra laica del Círculo Instructivo de Obreros Republicanos del distrito de la Inclusa (Madrid). No quiero dejar de mencionar su serie de seis entregas tituladas «El feminismo y la cultura de la mujer» que publicó en Las Dominicales en 1902 y 1903, donde de forma más explícita que otras autoras dejaba por escrito sus particulares ideas igualitarias. Su labor como oradora y conferenciante fue continua, especialmente en temas relacionados con «la educación de la mujer», llegándose a editar dos folletos con ese título en aquellos años, fruto de sus conferencias en los centros republicanos y librepensadores.
Sixta se fue acercando a los círculos obreros y de ideas socialistas -que siempre tuvo y tendrá- desde que se hizo bordadora, y puede citarse como ejemplo su conferencia en el Sindicato de Trabajadores de la Madera del barrio de Lavapiés con motivo del 1º de Mayo de 1925.
Sixta Carrasco participó en el movimiento revolucionario de diciembre de 1930 para acabar con la monarquía de Alfonso XIII y se convirtió en dirigente del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) de Madrid, junto a la entonces poco conocida Victoria Kent. Poco después de la proclamación de la Segunda República se desengañó del «radicalismo» de dicho Partido, más empeñado en conseguir escaños en la Cortes que en hacer la «revolución social», y lo abandonó para formar parte de la «Candidatura del Pueblo», presentándose como candidata a diputada por la circunscripción de Madrid. Esta experiencia fue fallida y la «Candidatura del Pueblo» terminó disolviéndose dos días antes de las elecciones de junio de 1931, pero Sixta pasará a la historia como la primera mujer candidata a las Cortes, pues su nombre se publicó en la prensa y en manifiestos mucho antes que otros Partidos se apresuraran a incluir a mujeres en sus listas, como Clara Campoamor, Victoria Kent o Encarnación Fuyola, como las más conocidas. Sixta se subió a la tribuna para exponer este programa de su Candidatura que, aún hoy día, parece revolucionario:
- La tierra para quien la trabaja.
- Legislación obrera avanzada.
- Nacionalización de las grandes Empresas, Bancos y grandes fuentes de riqueza.
- Separación de la Iglesia y el Estado.
- Implantación del divorcio.
- Secularización de cementerios.
- Expulsión de las órdenes religiosas.
- Depuración efectiva de las responsabilidades de la Dictadura.
- Definitiva liquidación del viejo régimen.
Apenas hay noticias de Sixta Carrasco cuando abandonó el PRRS y la «Candidatura del Pueblo». Su nombre continuó sonando en algunos actos reivindicativos, como el celebrado en octubre de 1931 en recuerdo de Francisco Ferrer y Guardia, compartiendo tribuna con Consuelo Álvarez-Violeta, y otros conocidos librepensadores de Madrid. Pero sus apariciones fueron muy esporádicas. Al llegar el inicio de la guerra, cuando ya había cumplido los 55 años, se alistó en el Batallón Auxiliar del 5º Regimiento de milicias antifascistas, cuya ideología comunista es conocida, y poco después se convertía en la maestra de párvulos de la Casa Cuna de la calle Velázquez que había instalado la Agrupación Antifascista Femenina de Madrid.
Sixta permaneció toda la guerra en el Madrid del «¡No pasarán!» y en enero de 1939 fue designada por la matrona comunista Catalina Mayoral Arroyo, que era la delegada por Madrid de la Dirección General de Asistencia Social, como directora del «Hogar de Ciegos» de la calle del Pacífico de Madrid, cargo que ostentó hasta acabar la guerra. Ya en aquellos años de la guerra, o antes, debió afiliarse al Partido Comunista de España, pero no hay constancia de ello. Solo al ser detenida en Valladolid se le suponía esa condición y más cuando un miembro del Comité Central del PCE, «Luis» (¿Luis Sendín?) fue el que llegó a Valladolid y la nombró Responsable de Organización del nuevo Comité de la ciudad. No cabía duda de que la dirección del Partido conocía a Sixta desde antes, y confiaban en ella.
Lo que contaban los detenidos en aquellos días de enero de 1942 era lo mismo: Sixta Carrasco-«Juanita» era la que continuamente animaba a los militantes que desfallecían o se sentían inseguros, y les devolvía la ilusión por la lucha por el socialismo, la democracia y la República, criticando a aquellos que descuidaban las normas conspirativas del Partido, y defendiendo que solo debían ingresar en el Partido los «verdaderos comunistas», manifestando en alguna ocasión que le «daba pena» que hubiera jóvenes que se llamasen comunistas y defendieran que en el Partido pudieran ingresar miembros de otras ideologías afines con el objetivo de «acrecentarlo». Según algunos detenidos, Sixta era considerada por ello como «intransigente», y ese calificativo es el que remarcará la policía franquista junto al de «peligrosa organizadora» y que le pudo costar la vida.
Después de este breve resumen de su vida, ¿no cautiva el personaje de Sixta Carrasco al que solo he podido acceder a la superficie de su vigorosa y coherente personalidad? Para aquellas personas interesadas en la historia de Sixta Carrasco, pueden leer su breve biografía escrita por Manuel Almisas Albéndiz (160 páginas en formato 16 x 24 cm.) y disponible gratuitamente en este enlace.
*Fuente: https://rebelion.org/800427-2/