El culebrón catalán llegará a su fin hoy 10 de enero. Se investirá al nuevo President de la Generalitat, Carles Puigdemont, tras tres meses de arduas negociaciones en las que los dos partidos independentistas del Parlament han tensado la cuerda hasta el punto que sus dos candidatos principales han dimitido. El «Procés» se mantiene a salvo y Artur Mas renuncia a la reelección a cambio de la total sumisión del grupo parlamentario de la CUP, que ofrecerá apoyo incondicional a toda medida propuesta en la cámara por JxSí, en los 18 meses fijados en la hoja de ruta hacia la independencia para esta 11ª legislatura.
Artur Mas se retira. El Lázaro de la política catalana ha cometido un error de cálculo y su inicial cruzada victoriosa hacia la reelección, previo aglutinamiento del sentimiento nacionalista catalán y sus esperanzas soberanistas, se ha saldado con su obligada espantada. El temor a un descalabro en unas nuevas elecciones, en las que ERC se presentaba con capacidad para desmarcarse de JxSí y dejar a CDC sin un gran apoyo independentista, se ha vestido de sacrificio por la hoja de ruta hacia la soberanía y la construcción de una República Catalana.
Mas no ha renunciado al mesianismo en su comparecencia de prensa para anunciar el acuerdo con la CUP, y ha cargado contra ésta, loando su propia figura y volviendo a autorepresentarse como mártir catalanista. El ex-president ha conseguido formular un discurso encaminado a tranquilizar a las bases de su formación, a la vez que culpaba de todos los males de la situación a la formación CUPista.
Pero Mas se va arrasando. Su doloroso sacrificio trae consigo la claudicación de la CUP. Las ansias independentistas de ésta han podido con su ideología antisistema y de izquierdas y, ante la presión popular de su propio fanatismo soberanista y la enorme división interna que padecen sus bases, brindará su apoyo incondicional a JxSí, no sólo en el debate de investidura de un hombre de la confianza de Artur Mas, Carles Puigdemont, sino en todas las propuestas parlamentarias que presente el nuevo Govern, siempre que «esté en riesgo la estabilidad del gobierno«. Hasta tal punto llegará este apoyo, que dos de sus diez diputados pasarán a engrosar las filas de JxSí, aunque, para evitar un transfuguismo en toda regla, éstos sólo «participarán en todas las deliberaciones y actuarán conjuntamente en las tomas de posición del grupo«, pero seguirán perteneciendo a la CUP. Un «Tamayazo«, pero consentido por ambas formaciones.
La CUP no ha cavado su fosa independentista, pero habrá que ver como reaccionan sus miembros más zurdos, que se autodenominan «antisistema«. El apoyo a un candidato claramente de derechas, aunque éste se vista de necesidad pro-ruptura, heredero de las políticas de recortes de derechos y recursos, puede fraccionar aún más a la formación y, visto el sistema de decisión asambleario que practica, los resultados se presentan totalmente aleatorios. Algo peligroso para la estabilidad de cualquier formación política. A pesar de todo, ha prevalecido el «procés» sobre la ideología pura y dura y las consecuencias pueden estar condicionadas, por un lado, por el desengaño masivo de parte de su militancia y simpatizantes y, por el otro, por la hostilidad de una gran parte de la población que apuesta por la independencia á toda costa (aunque sea llevada a cabo por gobernantes salpicados por corrupción y cuyas gestiones son, cuanto menos, cuestionables en materia social) y que no ha dudado en culpar a la CUP de un posible fracaso de estas aspiraciones, cuando las nuevas elecciones parecían irrevocables.
Ante una gran tesitura se encuentra Carles Puigdemont. El hasta hoy alcalde de Girona (capital en cuya provincia JxSí consiguió sus mejores resultados el pasado 27S, con 11 regidores sobre 17), antiguo periodista y cuya implicación en el movimiento independentista ha sido diáfano desde que comenzó su activismo político en 1980, ha sido el designado por Artur Mas para sucederle.
Puigdemont fue agredido en 2011 de camino a una conferencia del conseller de salut, en protesta por los recortes sanitarios del gobierno convergente. Quizá porque este hecho despertó las simpatías de Mas (que llegó a utilizar un helicóptero para huir de una protesta ciudadana) y quizá, también, para reafirmarse en su afamada catalanidad pro-independentista que ha eclosionado en los últimos años en que su apoyo popular estaba en entredicho, Mas ha optado por una buena elección política.
El futuro President es independentista, pero no se deja llevar demasiado por fanatismos. Cultivado y capaz, como demuestra su loable gestión al frente del consistorio gironí, parece una voz de la razón entre tanta cabezonería y falta de pragmatismo. Sin embargo, el contar con Mas de padrino incondicional no augura una gran confianza. Es un hombre de partido, y Artur ha dejado muy claro que no abandona la política, ni, a priori, la presidencia de CDC.
Así pues, salvada una nueva convocatoria electoral (casi se puede escuchar el suspiro de alivio de Arrimadas y Rabell, en función de la tendencia de las encuestas), la hoja de ruta independentista, rupturista, soberanista, o cómo se quiera llamar puede seguir su curso. Sin embargo algo queda meridianamente claro: se ha recuperado el statu quo inicial, en la que el liberalismo sale fortalecido, mediante el inicio de la enésima refundación de CDC.
Las nuevas formaciones catalanistas de izquierdas han demostrado su ingenuidad política y, precisamente en base a su principal aspiración, la independencia y ruptura con España, se han creado una sólida base de rechazo catalanista. CDC ha sabido darle la vuelta a la situación hábilmente y, tras 23 años en el poder, en los que se ha mostrado más que cercana a partidos como el PP, ha conseguido que gran parte de la población, quien sabe si cegada por las jaujas catalanas, considere que la CUP es el mayor impedimento para que Catalunya sea independiente.
En medio de todo ello, un Puigdemont que habrá de demostrar que no es un hombre de paja y que tendrá que erigirse en figura resistente frente al «enemigo de Madrid», que se muestra expectante, mientras el PP aún no ha podido ni formar gobierno.
Y, por debajo, la población fervorosa de estelades, la senyeres, la rojigualdas y águilas.
Porque sabemos que no hay nada más importante que tratar en este conglomerado de tierras que forman nuestro particular país.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.