“Mis hermanas me ayudan a llegar a fin de mes”. Alba es madre soltera de una criatura, profesora en Barcelona, ​​donde vive de alquiler, y tiene dificultades para cubrir todos los gastos del día a día. Su salario no corresponde a los umbrales de la pobreza establecidos, pero pese a que trabaja necesita el apoyo familiar para cuadrar sus cuentas.

“Se ha roto el derecho al trabajo como forma de acceder al resto de derechos, a tener una vida”, lamenta Xavier Orteu, educador social, director de Insercoop y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). “Y no es una crisis puntual”, continúa, “sino una tendencia sostenida durante años y que irá a más, que no sólo afecta a los colectivos más residuales o con unas circunstancias muy concretas, sino que el modelo está tocado y la precarización es una de sus caras visibles”.

En Cataluña, la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social, que suma tres variables para adecuarse a la definición estándar AROPE (acrónimo del inglés, at risk of poverty and/or exclusion), es del 24%. La media europea es del 21,6%. Y la tasa de riesgo de pobreza en el trabajo es del 10%. España es el segundo país de la Unión Europea –detrás de Bulgaria– con la mayor tasa de riesgo de pobreza laboral: el 11%, según Eurostat. Y si bien el país destaca por su tendencia a pagar sueldos bajos, varios estudios y expertos señalan que no es la única característica que explica la existencia de trabajadores pobres en pleno siglo XXI.

Intensidad laboral

“Los mecanismos que conducen a la pobreza laboral son varios, y cuando se combinan hacen que el riesgo de pobreza aumente”, explica Aroa Tejero, socióloga y miembro del grupo PROMEBI de la Universidad de Oviedo. “El concepto de trabajador pobre es un híbrido entre la dimensión individual (el trabajo) y el hogar (la pobreza, que no es individual, sino que se deriva del balance entre los recursos y las necesidades de los hogares). Esto explica que una persona que reciba un salario bajo puede no encontrarse en la pobreza porque convive con personas que reciben otras rentas (hay más recursos en el hogar), mientras alguien que trabaje con un salario medio o medio alto puede encontrarse en la pobreza si vive con más personas que no reciben rentas y/o existan menores u otras personas dependientes. En el caso de España, pesa mucho la presencia de menores en casa y la participación laboral de todos los miembros del hogar”.

Este último concepto, la participación o intensidad laboral de los hogares, juega un papel importante: “La pobreza laboral tiene más que ver con la capacidad adquisitiva de las personas trabajadoras y con qué entorno y qué obligaciones familiares tienen […] Las situaciones de precariedad laboral contribuyen a hacer crecer la pobreza laboral, pero hay que tener en cuenta, principalmente, la falta de ingresos suficientes a pesar de tener un trabajo”, sostiene el estudio de CCOO Catalunya Una aproximació a la pobresa en el treball (2023). Esta situación es la que cumplen parte de los usuarios de Cáritas Barcelona: “Hay gente que tiene trabajo y no llega a fin de mes“, certifica Dessirée Garcia, responsable de Formación e Inserción Laboral de la organización. Son personas migradas con formación superior y un buen trabajo en el país de origen que, en Cataluña, deben homologar las titulaciones, y mientras esperan el proceso, deben buscar trabajos de baja categoría profesional. También personas sin red y con cargas familiares que no pueden optar a jornadas laborales completas. O personas mayores de 55 años que han perdido su trabajo y acceden a otro con peores condiciones. O personas que trabajan en la economía sumergida.

El informe Entrar i sortir de la pobresa laboral a Espanya (2022) coincide con el análisis del sindicato: “En España la pobreza laboral tiene más que ver con las dinámicas laborales que con los cambios en la composición del hogar. Así pues, entrar y salir de la pobreza laboral se asocia a salarios bajos y a períodos de inactividad o paro de uno o más miembros del hogar”. Y destaca otro aspecto: “Para la mayoría de los hogares pobres sin trabajo, entrar en el mercado laboral no significa salir de la pobreza: un 58% siguen siendo pobres después de que uno o más de sus miembros se incorpore al mercado laboral” .

“Es una contradicción que trabajes y tu salario no pueda soportar las necesidades cotidianas”, asegura Víctor García, miembro de la comisión permanente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado español (EAPN-ES ). Recuerda que durante décadas la educación ha sido una garantía para obtener un trabajo de calidad pero hoy en día “el 6,7% de las personas con estudios superiores en España vive en riesgo de pobreza. Y la tendencia es creciente”. Tampoco ayuda el aumento del coste de vida, con la inflación desbocada del último año y los precios irracionales de las viviendas.

Prestaciones poco ajustadas a la realidad

“Es necesario apostar por trabajos de calidad; terminar de desarrollar el salario mínimo interprofesional (SMI); aplicar los convenios laborales y que Inspección de Trabajo evalúe el seguimiento y cumplimiento de la normativa, y agilizar las prestaciones sociales que las comunidades autónomas otorgan a los colectivos más vulnerables”, considera García. Las ayudas no llegan a todo el mundo a quien están destinados y los procesos son lentos y farragosos. “Son prestaciones de último recurso, tienes que agotar todas las ayudas previas para acceder, de manera que debes encontrarte en situación de pobreza grave o severa“, expone Júlia Quintana, analista de Instituto Catalán de Evaluación de Políticas Públicas, Ivalía. Y en todas las comunidades autónomas –menos en Euskadi y Navarra– las rentas garantizadas son incompatibles con tener un trabajo. “Hay personas que no cogen trabajos temporales de dos meses porque no se quieren jugar la seguridad de cobrar la renta mínima”, indica la responsable de Cáritas. Lo mismo ocurre con el ingreso mínimo vital (IMV): “Hay quien no acepta determinados trabajos porque los salarios son inferiores al IMV. O quien acepta el IMV como complemento de un puesto de trabajo en la economía sumergida”, añade.

“Hay que desterrar la afirmación de que la gente no quiere trabajar”, exclama el representante de EAPN-ES, “todo el mundo quiere trabajar porque trabajar comporta la adquisición de unos derechos”. Tanto desde Ivalua, como desde Cáritas y estudios diversos (INSOCAT-15, ‘Risc de pobresa per a les persones en edat de treballar a Espanya’ o ‘Pobres amb feina’) ponen de manifiesto y concluyen que los sistemas catalán y español de prestaciones son insuficientes para remontar la pobreza y deploran que, en su mayoría, sean incompatibles con un contrato de trabajo.

Xavier Orteu, director de Insercoop, aporta una reflexión que en los últimos años ha observado que se repite en entrevistas de trabajo y que contribuye a empobrecer a los aspirantes: “Cuando uno va encadenando trabajos en los que es más importante la capacidad de adaptación al puesto de trabajo que las competencias, termina perdiendo valor técnico”. No se valoran tanto los candidatos por sus aptitudes, sino por cómo se amoldan a situaciones como hacer más horas o estar dispuestos a cobrar menos, por ejemplo.

“Si el trabajo deja de ser el acceso principal a unos derechos, hay que buscar otros espacios, que deben acompañarse de cambios legislativos universales para no generar chiringuitos de los pobres”, asevera. ¿Una de las posibilidades podría ser la renta básica universal?


*Fuente: https://lafabricadigital.coop/treballadors-pobres/

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