Cualquiera que haya prestado atención a la historia de la humanidad sabe que siempre se puede ir a peor. Desde hace tiempo es ahí hacia donde vamos.

Todes estamos en shock. Sabemos que es probable que algo espantoso ocurra en noviembre. Todo lo frívolo queda grabado en casas de apuestas que nos dicen que, a día de hoy, existe un 70% de probabilidades de que Trump vuelva a la Casa Blanca. De 10 vasos de agua, 7 están envenenados y estamos obligados a beber uno. Evidentemente, es una estimación, no es algo ni mucho menos exacto, pero el espanto es probable. ¿Qué significaría? Nadie sabe cuál será el camino concreto, pero sí que será terrible para Estados Unidos y nefasto para el mundo. Decir esto en medio de un genocidio en Palestina que apoya Estados Unidos (y Europa) puede sonar frívolo, pero no lo es. Cualquiera que haya prestado atención a la historia de la humanidad sabe que siempre se puede ir a peor. Desde hace tiempo es ahí hacia donde vamos.

Circula un cuento sobre que Trump es un aislacionista. Por desgracia, es falso: con Trump no hubo una gran guerra de milagro. Debe quedar claro que es un mito. No soy precisamente un admirador de la política exterior de Obama… De hecho, pienso que fue igual de horrible que la de Biden, pero debo reconocer que Trump desmanteló dos aspectos positivos que hizo Obama: mejorar mínimamente las relaciones con Cuba y, sobre todo, el acuerdo nuclear con Irán. Debemos recordar que Trump se dedicó en cuerpo y alma a echar gasolina por todo el mundo. Para ello, construyó una alianza con la peor gentuza que podemos imaginar: Duterte, Al Sisi, MBS… Esto no quiere decir que los demócratas hayan sido unos santos, sino que, como diría Cortázar, el trumpismo y el aislacionismo son dos conceptos que no saben andar juntos.

Llevo semanas pensando en escribir este artículo. Me desanimaba que todo lo que podamos escribir desde aquí no sirve para ayudar a evitar la victoria de un candidato neofascista en el país más poderoso del mundo. Sigo pensando lo mismo, pero creo también que es importante que nos preparemos para ello. ¿Se puede? No lo sé. Pero es nuestra obligación intentar buscar el antídoto, ya que es probable que en noviembre bebamos un vaso de agua envenenado.

Todo el mundo se envenenaría: desde nuestro gobierno hasta el de Lula. Tenemos que estar preparado para lo peor.

Vamos a lo concreto: la oleada ultraderechista pretende destrozar el orden internacional creado desde la Segunda Guerra Mundial. Uno podría estar tentado a pensar que esto es una buena noticia. ¿Acaso el orden internacional no apesta? No vayamos tan rápido… La rabia por los graves crímenes cometidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial nos puede llevar a cometer un grave error de cálculo. Lo que quiere la nueva extrema derecha es precisamente destrozar lo único bueno que se ha construido. Extirpar el bien que queda —y que tanto ha costado conseguir— para sembrar el mal. Con un ejemplo se entiende, pero hay cientos: Trump intentó en sus últimos días de mandato retirar los fondos de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud. En otras palabras, Trump intentó matar de hambre a miles de personas simplemente porque desprecia el orden internacional por considerarlo demasiado buenista. El “America First” de Trump debería traducirse en “Construyamos un orden internacional enteramente repugnante. Construyamos un mundo en el que cualquier pizca de solidaridad es un crimen”.

Vivimos tiempos extraños. Quién habría pensado que después de su intento de golpe de Estado, Trump tendría tantas opciones de volver al poder. Creo que no soy injusto al decir que la vuelta de Trump es un golpe autoinfligido. Trump se ha mantenido lineal, pero Occidente ha decidido suicidarse entrando en una fase de autodestrucción que no ha hecho más que acrecentar la inestabilidad que el propio Trump generó. No solo es el apoyo al genocidio en Palestina y la gestión de la guerra de Ucrania, sino que es la continuación de la mayoría de políticas desastrosas del trumpismo. La lista es inmensa: Yemen, Afganistán, Irán, China, Cuba… Es la venganza de la geopolítica que contiene una rima histórica. Si bien la guerra de Vietnam nos dejó a Nixon y Reagan, la incompetencia y criminalidad de la administración Biden nos puede dejar a Trump.

¿Y después de los graves errores de la administración Biden se puede ir a peor? Es lo más probable. Asumiendo incluso que Trump ponga fin a la guerra de Ucrania que él mismo alimentó, las cosas solo irán a peor. El peligro de guerra nuclear aumentará principalmente desde dos lados: China e Irán. Uno jamás habría pensado que podríamos echar de menos el orden neoliberal, pero lo que viene es bastante peor. Un nacionalismo descontrolado —que, por cierto, y, por desgracia, ha comprado una parte importante de la socialdemocracia— que traerá más instabilidad y destrucción.

En una entrevista —hace ya muchos años— le preguntaban a Richard Rorty sobre el futuro de los Estados Unidos. Rorty comentó que, si los grandes problemas de desigualdad continuaban, podía imaginar a un presidente fascista declarando la guerra a China. Lo que vemos es en buena medida la rabia acumulada de décadas neoliberalismo. Es precisamente este el rumbo que quieren dar los republicanos estadounidenses. Elevar las tensiones con China sin importar que el riesgo de una guerra en Taiwán es cada vez más alto. A esto habría que añadir el riesgo de guerra con Irán y un respaldo total al gobierno genocida de Netanyahu. “Let Israel finish the job” —hemos escuchado por parte del racista psicópata de Trump que para insultar a Biden le llama palestino.

¿En Europa cuál es el rumbo tomado? No creo que sea tanto una victoria de Putin como dicen respetados analistas, sino que creo que es sobre todo un auge del soberanismo y nacionalismo interno de consecuencias absolutamente nefastas. De nuevo, se quiere destrozar lo bueno construido después de la Segunda Guerra Mundial para volver al orden internacional anterior. A ese respecto, deberíamos tener claro que antes de la Segunda Guerra Mundial el mayor pasatiempo de los bárbaros europeos era matarse los unos a los otros gracias a la lacra del nacionalismo. Esta visión es precisamente la que tiene en mente Viktor Orbán en Hungría y la que parece haber abrazado Vox, que como dice Enric Juliana, ha comprado acciones Trump.

Por mucho que nos repugne el orden internacional, su doble moral, etc., es una idea terrible volver a lo que sabemos que no funcionó. Da igual el enfoque que adoptemos. Con una mirada más idealista (por llamarlo de alguna forma), es renunciar a la existencia de mecanismos solidarios entre países; con una mirada realista es entrar en una dinámica de estados que compiten ferozmente entre ellos con un riesgo elevadísimo de guerra. Vamos, una idea brillante que conduce inevitablemente al mundo distópico de 1984.

Todas estas cosas tendremos que enfrentarlas en el corto plazo. ¿Pero y en el largo? En el largo plazo la respuesta es terrible. Una victoria de Trump significaría que Estados Unidos volvería a abandonar los esfuerzos para descarbonizar la economía. No es que ahora estemos en condiciones de saltar de alegría, pero algo es mucho más que nada. Infinitas veces más en matemáticas. ¿En qué se traduce esto? Creo que Noam Chomsky no exageraba al hablar de que una segunda venida de Trump se podría traducir en el fin de la vida humana organizada. El lingüista se preguntaba: ¿Es Trump peor que Mussolini o Hitler? En ese sentido sí. Me hace gracia que muchas veces dedicamos tiempo a debatir si deberíamos llamar fascista a alguien como Trump, pero igual lo que deberíamos admitir es que el término trumpista es en muchos sentidos peor que el de fascista. ¿Cuáles son los hechos que respaldan una afirmación que aparentemente puede sonar hiperbólica? Que las medidas que propone Trump son la receta adecuada para que a finales de siglo la vida humana en la Tierra sea sencillamente repugnante e imposible: qué podemos esperar de un mundo con cientos de millones de refugiados, en medio de países muy inestables, cada vez más nacionalistas y armados a más no poder.

Con todo esto en mente, es interesante la llamada a la calma después del atentado contra Trump. En cierto sentido, simpatizo porque existe el riesgo de una guerra civil, pero también me genera algunas preguntas sobre la reacción de los medios. Para terminar, comparto esta reflexión: en la cultura popular, todo el mundo aplaude la Operación Valkiria que buscaba acabar con el régimen nazi. Tanto es el aplauso que en Occidente hacemos películas sobre ello. Sé que es una pregunta frívola, pero… ¿Dentro de 100 años veremos películas de temática análoga sobre el año 2024? ¿Veremos películas sobre el 2028 cuando J.D Vance consolide el proyecto macabro del trumpismo?

Es probable que no, porque dentro de 100 años puede que no existan espectadores. Solo nuevos trilobites y mariposas inofensivas… En suma, lo que está en juego es despertarnos de la pesadilla pasajera de Russell.


*Fuente original: https://www.elsaltodiario.com/opinion/trump-profecia

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