Con las elecciones europeas del pasado julio acabó un ciclo electoral intenso que supuso, a la vez, un grave retroceso de las fuerzas de izquierda, federalistas y a favor del derecho a la autodeterminación de los pueblos que conforman el Estado español. En julio de 2023 el PP volvió a ganar las elecciones generales, aunque el gobierno dominado por el PSOE -cada vez más escorado a un centro que se parece mucho a la derecha-, consiguió mantenerse en el poder tras un pacto con siete fuerzas políticas.

En las distintas elecciones parlamentarias que se sucedieron, la derecha barrió también a los gobiernos progresistas, dando lugar a nuevos ejecutivos liderados por el PP y Vox. La última derrota electoral de la izquierda y del independentismo llegó en Catalunya: el PSC ganó las elecciones y la CUP, ERC y Comuns sufrieron un pronunciado descenso.

La última pieza de este nefasto ciclo electoral fueron las elecciones municipales del pasado 28 de mayo. Entre poco y nada quedó de los gobiernos del cambio que dieron un soplo de esperanza tras el 15M y que aspiraban a hacer las cosas de forma distinta desde la política más próxima: el municipalismo. El caso más acusado fue el de la caída del gobierno de Ada Colau, tras 8 de alcaldesa de Barcelona, que se vio relevada por el PSC de Jaume Collboni, quien ha integrado en la política barcelonesa los elementos más liberales y conservadores de las migajas que quedaron de la antigua Unió.

Pero de estos nubarrones locales surgió un pequeño rayo de esperanza. Guanyem Girona, la plataforma municipalista que tengo la suerte de encabezar, logramos llegar a la alcaldía. Tras cuatro años liderando la oposición, una campaña centrada en la necesaria transformación de la ciudad en clave ecológica y social y en la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora nos permitió lograr el objetivo. Pasamos del 19,15% de votos al 23,3% y de 6 escaños a 8. Un camino, el de la Unidad Popular en la ciudad de los cuatro ríos, que había empezado hace 20 años con las primeras elecciones municipales dónde la CUP se presentó, logrando 381 votos, el 1% del total.

Por el camino se picó mucha piedra en la calle y en los movimientos sociales. Y, tras lograr el salto al Ayuntamiento en 2011 con 3 concejales, también desde la institución.

Los resultados del pasado mayo nos permitieron llegar a la negociación política en una posición de fuerza. Tras consensuar en 64 puntos clave para la transformación de la ciudad, se llegó a un acuerdo con Junts y ERC, consolidando así un gobierno independentista con amplia mayoría de izquierdas y liderado por Guanyem Girona.

Tras poco más de un año encabezando el gobierno de la ciudad, podemos decir que hemos empezado a hacer funcionar la maquinaria municipal para lograr los objetivos marcados: la mejora de la vida de la ciudadanía y la transformación de la ciudad.

Una de las primeras políticas que implementamos fue la limitación de los pisos turísticos. Girona es una ciudad con encanto que atrae a centenares de miles de visitantes cada año. Aunque todavía estamos lejos de los problemas que puede ocasionar este fenómeno en ciudades como Barcelona o Carcasona, era necesario atajar el problema de raíz. Así que con la regulación frenamos en seco la crecida de los pisos turísticos en el casco antiguo y fijamos un tope del 4% en toda la ciudad. Los pisos, para la gente.

Girona también queremos que sea una ciudad referente en la lucha contra la emergencia climática. La clase trabajadora es la principal perjudicada por el empeoramiento de las condiciones de vida asociadas al deterioro climático. Fenómeno que no hará más que acentuarse cada vez que se agudice el clima extremo. Por ello hemos ideado la estrategia Girona Ciutat Circular, una hoja de ruta con mirada larga para la ciudad centrada en cinco ejes: agua, residuos, energía, consumo responsable y movilidad que nos ha de permitir preparar la ciudad para el duro futuro climático que nos espera a la vez que reducimos considerablemente nuestra huella ecológica.

Finalmente, la vivienda es también punta de lanza de nuestro gobierno. En los últimos años, quince años, Girona ha sido un desierto a la hora de aumentar el parque público de vivienda y las regulaciones estatales han dejado al libre mercado este derecho. Y no se espera que esto cambie a corto plazo. El impacto que pueda tener un gobierno municipal para rebajar los costes del alquiler es pequeño, pero ello no impide que debamos poner todo lo que podamos de nuestra parte. Y así lo hemos hecho.

En este punto estamos consolidando una inversión histórica de 4 millones en compra de vivienda pública lograda cuando estábamos en la oposición y que se va a traducir en cerca de 200 pisos para alquiler social. También hemos cedido parcelas a la Generalitat y a entidades del tercer sector para que construyan promociones sociales de vivienda. A la vez, en un año encabezando el gobierno hemos conseguido frenar casi 150 desahucios gracias a procesos de mediación. Y cuando la mediación no ha llegado dónde querríamos, también hemos actuado. Este julio por primera vez el Ayuntamiento de Girona ha denunciado a un fondo buitre por no garantizar el alquiler social a una vecina de 84 a quien se quiere desahuciar.

Para acabar, la política municipal también tiene un alto poder simbólico. Conscientes de ello estamos apostando por la restitución de la memoria histórica obrerista y antifranquista en nuestra ciudad. La colocación de una placa en honor a los sindicalistas detenidos por constituir una comisión obrera en la antigua fábrica Torras-Hostench a finales del franquismo o hacer retirar la simbología franquista todavía presente en nuestras calles y en el cementerio municipal son solo dos ejemplos recientes de este trabajo de dignificación antifascista y para la clase trabajadora que estamos iniciando.

Gobernar tiene sus limitaciones y transformar requiere tiempo. El trabajo que se está logrando desde la institución está sentado las bases para una Girona mejor, para una Girona dónde la clase trabajadora viva mejor. Liderar hoy la lucha contra el cambio climático o apostar por el derecho a la vivienda son la semilla de un trabajo de transformación urbana y social imprescindible. Los frutos de este trabajo los veremos mañana.

*Lluc Salellas es alcalde de la ciudad de Girona

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