Al menos, así las cosas hasta que Milagro emprende la obra de la Organización Barrial Tupac Amaru, dejando al día de hoy cientos de viviendas para la gente pobre, escuelas, hospitales, fábricas, piscinas, etc. Algo que nadie hizo antes, eso hay que decirlo.
Pero, nomás estrenada la nueva gobernanza de Mauricio Macri, Milagro Sala fue apresada, bajo el cargo de instigar al desorden público por haber organizado una manifestación contra una medida gubernamental considerada injusta. Una vez tenida entre rejas, se le van acoplando cargos, hasta ahora no demostrados, que bien mirados no son más que las ya tópicas acusaciones que se utilizan siempre, sin un ápice de originalidad, para denigrar a una persona, a saber: desvío de fondos, enriquecimiento ilícito, organización mafiosa, tenencia de arsenal de armas, violencia, maltrato… Y espere, espere, que ya se la acusaran de tráfico de drogas, pederastia, prostitución infantil, y quema de iglesias, y hasta quemará la bandera de nuestra patria…
Pero, si se me permite una simplificación si acaso excesiva, esto tiene, por encima de todo una sola causa: Milagro Sala es una “negra” *. Veamos:
El domingo 17 de enero del 2010 se emitió “Los medios vs Milagro Sala”, en el programa 678 de la televisión pública argentina, una entrevista a la líder sindical jujeña. Un periodista se remitió a la sagrada opinión disidente de la calle, y veamos con qué se nos vinieron (puede usted ver el programa completo por Internet):
Una señora, sobre Milagro Sala, transcripción textual:
-Mirá, a mí no me interesa la obra que haga ella haga. Realmente, no me interesa. Es una cucaracha. La vi en la televisión salir…
Otra opinión, un caballero esta vez:
-Me pareció una persona agresiva. Totalmente los rasgos demuestran una fuerza interior que no es precisamente de patriota (?)
-¿Y respecto a la obra social que hizo Milagro Sala en Jujuy? -inquiere el periodista.
-No, no tengo conocimiento.
Cucaracha, televisión, agresiva, rasgos que demuestran… No parecen estos juicios el resultado de una madura reflexión. Pero sí da para reflexionar sobre el racismo en Argentina.
¿Racismo en Argentina?,se asombrará más de uno, en un país que no tuvo un Hitler que asesinaba judíos, ni un Ku Klux Klan que quemaba negros. Pero, en un país donde una mujer indígena es una cucaracha, donde nada de lo que haga tiene valor (hasta se ignora lo que hace), ya me dirá usted.
Porque Argentina, como el resto de los países latinoamericanos devenidos de la conquista, se compone de dos clases de personas: el “hombre blanco”, descendiente del conquistador y de la posterior inmigración europea, que conforman las clases altas y medias, y los “negros”, los pocos indígenas que aún perduran en reducciones, los mestizos y un agregado de inmigrantes que no llegaron a salir de la pobreza. Estos últimos son la clase baja, los que no tiene acción alguna en los destinos del país, a los que casi no llega la instrucción y la cultura, los que cumplen tareas de servicios, tareas que, si no denigratorias, denigradas. Rara vez veréis a un “negro” ocupar un cargo público, ni haber estudiado una carrera, ni ser un triunfante empresario.
No, esa es la gente que, cansada de malvivir en sus provincias, van sin nada a Buenos Aires con la ilusión de hallar una vida mejor y terminan habitando las “villas miseria”, única vivienda posible. Pero más de uno dirá que están así porque quieren, porque son vagos, borrachos y ladrones, porque esa pléyade de niños que invadía las calles son inocentes mendigantes para pagar el vino de sus padres.
Y ahí tenéis a las dos argentinas. Dos clases, curiosamente, permanentemente enfrentadas entre sí. Dos clases que se odian mutuamente, con un odio constantemente en alerta y en acción. Eso es lo que hace que la delincuencia sea tan violenta, porque es una delincuencia resentida, eso es lo que hace que , cuando gobierna la “nobleza”, los pocos derechos sociales de los de abajo sean echados por la borda, aún a costa de arruinar al país, como han hecho los militares siempre, como ha hecho el ministro de economía Martínez de Hoz, como hará Mauricio Macri.
El odio hacia el negro está metido tan dentro del inconsciente del argentino, que la mayoría de las veces ni se reconoce. No es curioso que personas que la van de progresistas, como Pino Solanas, Elisa Carrió o el “periodista de izquierda” Jorge Lanata hayan echado loas el apresamiento de Milagro Sala. Quién en su nombre, quién en nombre de Dios.
(*)En Argentina no hay casi individuos de raza negra, pero se llama, despectivamente, “negros” a los indígenas puros que aún quedan, al mestizaje dejado por los conquistadores españoles, a los que se fueron acoplando los inmigrantes que no pudieron ascender a la clase media.
NOTA: Arturo Seeber Bonorino es un escritor argentino que lleva más de dos décadas viviendo en España. Autor de La gran oportunidad del Pelusa, que recibió el premio del XXI Certamen Manuel Vázquez Montalbán y del libro de relatos negros: Un paquete para el mánager. De próxima aperción es su libro de relatos La levitación de sor Clarisa, divertimentos anticlericales.