Es una ciudad para vivirla, para sentirla, para recorrerla pausadamente y tomarle el pulso. Palermo, la capital de Sicilia, es una ciudad agraciada artísticamente con magníficos monumentos como la capilla palatina del Palacio de los Normandos, la iglesia de la Martorana o la Piazza Pretoria.

Foto: Francesc Sans Pero Palermo es mucho más. Decenas de pequeñas iglesias salpican muchos de sus rincones. Mercados al aire libre, testimonio de un pasado árabe, evocan una época en la que las mercancías se exhibían a sus posibles compradores separadas por gremios. Un laberinto de calles y callejuelas, con la ropa tendida en los balcones, nos dejan entrever la vida cotidiana de estas gentes, para las que la calle es un espacio vital. El barrio de la Kalsa que creció entorno al puerto, el más antiguo de la ciudad, nos remite a sus orígenes….

Por ella han pasado, a lo largo de los siglos, fenicios, cartagineses, romanos, árabes, normandos, españoles….Todo ese legado cultural ha dejado su huella en muchas de sus esquinas.

Desgraciadamente, el caso antiguo se encuentra en un estado bastante deteriorado y muchos edificios, incluidas algunas iglesias, amenazan ruina. Palermo, con sus bellas iglesias, parece una ciudad olvidada de la mano de Dios. O mejor dicho, de las administraciones. Buena parte de su patrimonio artístico ni se conserva ni se restaura. Y si resulta doloroso contemplar toda esa bellaza a punto de desmoronarse, todavía lo es más la suciedad con la que conviven los habitantes del viejo Palermo. A última hora de la tarde, la basura y los desperdicios acumulados durante el día se muestran en las calles sin ningún tipo de pudor, de forma casi violenta. Esas mismas calles en las que uno puede cruzarse de noche con un niño italiano de a penas siete u ocho años vendiendo unos objetos luminosos que no se sabe bien qué son.

Es entonces cuando a uno le asalta la duda y se pregunta: ¿esto es Italia, ese país que forma parte del selecto y exclusivo Grupo de los 8, de los más poderosos de entre los poderosos?. Como suele decirse, no es oro todo lo que reluce y Palermo se está convirtiendo poco a poco en un precioso metal sin brillo.

Una mirada atenta a las calles por las que uno transita nos recuerda, además, que estamos en la cuna de Cosa Nostra. Carteles en los que se denuncia la extorsión, carteles explicativos sobre las actividades del comité antimafia de la ciudad, carteles conmemorativos del asesinato del juez Paolo Borsellino……Es la cara visible de una realidad casi siempre oculta, pero siempre presente en la vida cotidiana de los palermitanos.

Un recorrido a pie por el casco antiguo

Si hay un monumento por excelencia en Palermo es la impresionante Capilla palatina del Palacio de los Normandos, reflejo de la opulencia de los monarcas del siglo XII, uno de los períodos de mayor esplendor en la historia de la ciudad. El centelleo de los mosaicos que recubren las paredes de la capilla asombra al visitante, sobre todo, el Cristo Pantocrátor de la cúpula, flanqueado por los cuatro evangelistas..

Casi enfrente del Palacio de los Normandos, en la calle Vittorio

Emanuele -una de las arterias principales de la ciudad-, se encuentran la Catedral con su espectacular portal gótico y el Palacio arzobispal. Continuando por esta calle se llega a Quatro Canti, centro neurálgico del casco antiguo de Palermo. Aquí, más que en ningún otro sitio, se respira el barroco fruto del dominio español. En cada una de las cuatro esquinas se eleva un edificio del siglo XVII, precedida de una fuente y coronada por una de las estatuas de las cuatro estaciones. De noche, con la tenue luz de las farolas, la plaza denota su carácter especial.

A unos pasos de Quatro Canti, encontramos dos de las plazas más bellas de la ciudad: la Piazza Pretoria y la Piazza Bellini. La Piazza Pretoria, una de las más antiguas, acoge dos iglesias del siglo XVI y la sede del ayuntamiento, un bello palacio del siglo XV. Y en medio de la plaza, la fuente Pretoria, bordeada por figuras mitológicas y divinidades realizadas en mármol. En la Piazza Bellini, se alza uno de los monumentos más destacados de Palermo: la iglesia de La Martorana, con sus bellos mosaicos que reproducen escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento.

En la calle Vittorio Emanuele hay, además, encantadoras librerías en las que uno puede bucear en busca de alguna pequeña joya, como un libro de fotografías antiguas de Palermo. También aquí encontramos la mayor concentración de tiendas de souvenirs de la ciudad. Junto a los tradicionales recuerdos, como las típicas marionetas de Palermo, hay toda una parafernaria de objetos sobre la mafia y de la película que mejor ha sabido retratarla: “El Padrino”, de Francis Ford Coppola, con Marlon Brando haciendo de capo mafioso. La imagen de Marlon Brando estampada en una camiseta, en un delantal, en una taza, en un cenicero, en un imán…..No sé si todo esto se debe a un sentido del humor terrorífico y corrosivo de los sicilianos o es, simplemente, un gran negocio. O, quizás, ambas cosas a la vez.

Llegados a este punto y una vez visitados algunos de los monumentos más destacados de Palermo, lo mejor es dejarse llevar, caminar sin rumbo fijo y perderse por sus tortuosas calles. Así, descubriremos rincones tan mágicos como la Piazza San Francesco, la Piazza de la Kalsa o la Piazza Marina, que de noche cobra un halo romántico: un sinfín de restaurantes con terraza bordean esta inmensa plaza, en cuyo centro se alzan grandes ficus.

Uno no debe abandonar Palermo sin haber visitado antes, por lo menos, alguno de los mercados al aire libre que hay en el casco antiguo. Sin duda, uno de los más pintorescos es el del Capo, situado cerca del Teatro Massimo, un barrio con un fuerte predominio de la inmigración asiática. Aquí se impone caminar despacio, fijarse en la amplia gama de productos que se nos ofrecen a nuestros ojos: desde comida a telas, lámparas…, observar a los vecinos del barrio, donde las gentes locales se mezclan con mujeres vestidas con saris de vivos colores….Mercados también llenos de encanto y de colorido son el de la Vucciria y el de Ballaró. Otro de los atractivos de los mercados son los pequeños bares que hay escondidos entre los puestos. Una buena oportunidad para probar un vino siciliano o la cerveza local más popular -Moretti- y, de paso, sumergirse en un ambiente típicamente siciliano.

Periodista.

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