Une nouvelle amie (François Ozon, 2014). En el cine de Ozon sufro y disfruto, lamentablemente no en la misma película, sino de una película a la siguiente. Irregularidad sería la palabra que definiría su cine, un inapropiado tono de comedia que no me llega a convencer, como si quisiera parecerse al último Resnais o Chabrol sin conseguir su propósito por escasez de acierto, y aquí citaría “Potiche”, “Ricky”,“8 mujeres”, “En la casa” y esta “Nouvelle amie”, películas que, sin ser malas, no me atraen en absoluto, y en contraposición un dominio pleno y subyugante en sus dramas, un toque contenido de pasión, de dureza sentimental, de sufrimiento de sus protagonistas que me conmueve como en “5×2”, “Mi refugio”, “Joven y bonita”, “Le temps qui reste”, “Swimming pool”. Algo que me hace pensar en la existencia de dos gemelos Ozon que se alternan año tras año para hacer una película sobresaliente y a continuación una mediocre, un enigma a descubrir, ¿será bipolar Ozon o lo seré yo al ver su cine?.

Crítica de la película Une nouvelle amie

La película se titula “Une nouvelle amie” como podía haberse titulado “Une nouvelle femme”, porque siendo la espoleta de la acción el travestismo del personaje recreado por Romain Duris (David/Virginia), el artífice pleno del esqueleto y del contenido de Une nouvelle amie es el de Anaïs Demoustier (Claire). Ni Claire es clara en su personalidad, ni Virginie es virginal en su propósito. Aparentaría la película querer mostrar la metamorfosis de dos personas, pero el resultado se me antoja confuso, premeditadamente concebido para no ofender mentes conservadoras más allá de lo razonablemente admisible, de tal manera que en el pastiche del relato, terminamos por no saber si Claire es realmente lesbiana o le gustan los hombres vestidos de mujer ni si David es una mujer encarcelada en un cuerpo de hombre o simplemente una persona que disfruta en el camuflaje de convertirse en otra persona muy diferente, error notable que provoca una desafección absoluta. La metamorfosis es parcial y no pasa de crisálida, los personajes carecen de las alas necesarias para remontar el vuelo, el logro de Virginia será mostrarse en público vestido de mujer, pero, ¿cuál es el logro de Claire?, ni en esto es valiente el director.

El primer chapuzón gélido lo recibe el espectador durante los primeros 10 ó 15 minutos de película, el cine moderno ha dado recuerdos imborrables, algunos portentosos, otros míticos, alguno mitificado. Cuando se recurre a un elemento genuino de otra película para adaptarlo al relato propio hay que tener mucho cuidado, a sabiendas de que no superarás el original corres el riesgo de convertir tu propuesta en un folletín infumable. ¿Alguien recuerda con desagrado los primeros 10 minutos de “Up”, la maravilla animada de Pixar? Imagino que no, del mismo modo que este preámbulo innecesario de “Une nouvelle amie” conduce inexorablemente al recuerdo del original, ese recuerdo puede devenir, como me ocurre, en vergüenza ajena. Y si, puedo entender que Ozon pretende sembrar una semilla que puede germinar a lo largo del relato, pero al inicio de la Une nouvelle amie ver a cámara elíptica la vida durante 20 años de nuestra protagonista y su amiga, sus amores, sus decepciones, sus matrimonios, su maternidad, la muerte presente, me desconecta por completo. El relato puede promover la interpretación de que en esa relación entre Claire y Laura hay un poso de lesbianismo subliminal por parte de Claire que nunca se atrevió a revelar, un lesbianismo larvado que se autojustifica sintiéndose atraída por un hombre disfrazado de mujer que no reniega de su condición de hombre pero que explota su femeneidad. Si Claire ama a las mujeres, Ozon equivoca la concepción, no es un personaje sufriente y no es un personaje que aprenda en el camino, habría de saber su condición, si su comportamiento era por mímesis al de Laura su interior estaría arrasado por la decepción, y nada de eso advertimos en un personaje ambiguo y temeroso de todo y de todos.

Ozon dibuja mucho mejor al personaje de Claire que al de Virginie, la sutileza de determinados momentos también puede empañarse con momentos absurdos en los que el clímax argumental se viene abajo con un brochazo. Cuando Claire se toca los pechos y los sopesa advertimos su insatisfacción por lo que considera su poca femeneidad visible, esa que le lleva a usar pantalones y ropas anchas para ocultar su cuerpo del que no está contenta. Ese momento de elegancia visual y de relato sin palabras se echa por tierra, por ejemplo, cuando, una vez que sabemos que a Claire le excita la compañía de Virginie, insertar un polvo con el marido en el que el placer de Claire y la iniciativa de ésta, sorprende al propio acompañante, implica un cambio de tono y de estilo que causa sonrojo.

Une nouvelle amie de Ozon bordea esa vergüenza ajena en muchas ocasiones (la escena del bar de ambiente es otra más), su discurso bien-pensante está trufado de perlas de un conservadurismo impropio, las reacciones de Claire son tan hirientes, repite tanto la idea de “desviación, enfermedad, perversión” al referirse a Virginie/David que el espectador siente ciertas ganas de partir la cara a esta niñata insatisfecha que proyecta sobre los demás sus propias inseguridades y miedos. “Une nouvelle amie” es el relato de Claire y no de Virginie, es una película donde los hombres, que salen mucho en pantalla, asumen un rol lleno de clichés estereotipados, personajes difuminados que zancadillean el relato y que sólo son apoyos para que Claire pueda progresar en su amistad/amor con Virginie.

La indefinición, o miedo, en el que se mueve la película de Ozon no permite calibrar si estamos ante una reivindicación de la libertad sexual o ante un castigo al diferente, tan indefinida es la propuesta como su escena final, una escena que permite cualquier interpretación para que cada uno acomode la historia a su moral personal, es decir, un final cobarde y mezquino, un final que no  merece ninguno de los personajes, un final que nos elude 10 años intermedios que no pasan por el físico de los protagonistas y en el que un embarazo puede proceder de un marido, de un travesti, de un segundo marido o del espíritu santo, a poco que se rasca, el puzzle aparece muy huérfano de piezas, muy lleno de engaños, muy aparentemente libre y lleno de cadenas invisibles, que son las que más daño hacen. Esperemos que al año que viene le toque hacer cine al Ozon bueno, el de 2014 ha sido una cosecha con taninos averiados y escaso retrogusto, más o menos como tener que escoger entre un vino rosado o un grand cru clasé, no hay color.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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