Fotógrafo de sucesos y de crónica social, Weegee se especializó en los asesinatos de la Mafia. Este cronista del hampa, al igual que los protagonistas de las novelas negras, merodeaba por la noche neoyorquina con su inseparable cámara, con la que configuró un crudo retrato de la ciudad en los años treinta y cuarenta. Hoy es un autor de culto. Pero ¿quién se escondía bajo su curioso pseudónimo?

Cuando en 1910 llegó el pequeño Usher H. Fellig con su madre Rachel y hermanos a Ellis Islan, al funcionario de inmigración le sonó demasiado extraño el nombre de Usher y registró al niño como Arthur. Él era el segundo de siete hermanos, los tres hermanos más jóvenes nacieron ya en tierra americana. Ellis Islan fue la puerta de entrada a Nueva York para millones de inmigrantes que llegaron en oleadas desde el siglo XIX. En su oficina de inmigración federal se tramitaron los papeles de veinte millones de personas entre 1892 y 1954. La gente se amontonaba a la espera del permiso de entrada después de unos viajes largos y penosos, la triste situación no desanimó al recién “bautizado” Arthur, para él aquella pequeña isla era el lugar más bello del mundo.

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Arthur H. Fellig ‘Weegee’.

Arthur H. Fellig nació un 12 de junio de 1899 en la ciudad de Zloczew, Austria (actualmente Zloczew pertenece a Polonia) en el seno de una familia judía. En su tierra natal, los Fellig se dedicaban a hacer de intermediarios entre los granjeros locales y el ejército austríaco al que proveían de alimentos. Su origen judío les hizo perder el contrato con el ejército y las persecuciones y pogromos les obligaron a emigrar completamente arruinados. Primero emigró el padre de familia, Bernard Fellig, en 1907. De fuertes convicciones religiosas, abandonó sus estudios para ser rabino y ejerció múltiples oficios en su nueva patria. Durante tres años ahorró el dinero necesario para poder reunir a la familia. Como tantos inmigrantes de la época, se instalaron en el Lower East Side de Manhattan donde los especuladores construyeron casas baratas. Una zona que por aquel entonces era bastante insalubre por la cercanía de los pantanos. Los Fellig compartieron su pequeño apartamento con las chinches y otros insectos. El calor humano les ayudaba a soportar los fríos inviernos, y los calores del verano los combatían, Arthur y sus hermanos, durmiendo en las escaleras de incendios.

Weegee: un «sin techo» en Manhatan

Arthur abandonó pronto la escuela para llevar un jornal a casa. Con catorce años se hizo vendedor callejero de golosinas y también trabajó en una tienda de fotografía. Un día vio a un fotógrafo ambulante retratando a niños montados en un poni y descubrió el Ferrotipo, una técnica muy popular en Estados Unidos por su bajo precio. Producía unos resultados parecidos al daguerrotipo aunque de menor calidad. Decidiendo que esa sería su profesión, compró por correo todo lo necesario y en pocos meses dominaba la técnica. Como fotógrafo ambulante se dedicó a fotografiar niños por el Central Park, para ello alquilaba los fines de semana un pequeño poni al que llamaba Hipo y que hacía las delicias de sus pequeños clientes. El trabajo fue decayendo y los gastos del poni fueron aumentando lo que hizo que Arthur diera fin a su incipiente carrera de fotógrafo ambulante. Coincidiendo con este hecho y aún siendo un adolescente, dejó la casa familiar para huir de la estricta disciplina paterna. Esta fue una época dura donde el joven se convirtió en un “sin techo” durmiendo en parques y comiendo en los centros de beneficencia. Durante varios años ejerció un sinfín de trabajos, desde lavaplatos hasta pastelero.

En todo ese tiempo, continuó estudiando fotografía por su cuenta hasta que se empleó en un estudio de fotos de identidad durante tres años. Después fue ayudante de un fotógrafo comercial hasta que en 1921 pasó a trabajar en los laboratorios del The New York Times, donde además de revelar las fotos de sus compañeros, de vez en cuando era enviado a cubrir algunas noticias en el turno de noche. Cansado de estar relegado en las entrañas del periódico sin ver la calle la mayor parte del tiempo, empezó a trabajar para varias publicaciones, entre ellas un rotativo que destacó por su novedoso tratamiento del diseño gráfico y la maquetación de sus fotografías, era el PM Daily. Pero realizar las fotos y tener que recorrerse las redacciones para venderlas, se tornó duro y poco práctico, por lo que, en 1924, recaló en la agencia Acme Newspictures que luego se convertiría en la United Press International (UPI). Esta agencia se encargaba de proveer de imágenes a los tres periódicos más importantes de la ciudad: El Daily News, el World Telegram y el Herald Tribune.

El crimen como negocio

Fue en este trabajo donde nació el personaje de Weegee. Aunque fue contratado como técnico de laboratorio, pronto salió a las calles con su cámara documentando los sucesos que otros fotógrafos no querían cubrir. Su jornada comenzaba cuando muchos de sus compañeros estaban durmiendo, de 22.00 a 05.00 horas, se pasaba las noches en el cuartel de policía de Manhattan pegado al teletipo. Los jefes de redacción pagaban diez dólares por una foto de un cadáver y en esto Weegee fue el rey, tanto que se plantearon rebajar este precio ante la cantidad de material que les proporcionaba. Era la época previa a la Gran Depresión del 29, y los cien dólares semanales que sacaba nuestro personaje eran una pequeña fortuna. La asombrosa rapidez en llegar a las escenas de los crímenes, incendios, suicidios… fue el origen del curioso apodo de Weegee, el nombre es la versión fonética en inglés de la “Ouija” el juego supuestamente adivinatorio del vaso y el tablero. Lo que nació como una broma de sus compañeros, se convirtió en su firma y el nombre por el que aún se le recuerda. En 1927 dejó de trabajar para la Acme News.

En 1934 se trasladó a un céntrico y pequeño apartamento del Center Market Place, este fue su hogar hasta 1947, pero un hogar muy particular. Todas las habitaciones estaban repletas de cordeles donde colgaban para su secado cientos de fotos de incendios, ambulancias, furgones policiales y cadáveres, muchos cadáveres, el propio Weegee llegó a decir que tenía la impresión de vivir en el depósito de cadáveres municipal. Cansado de que sus fotos se publicaran sin su firma, y con un método de trabajo ya muy depurado, decide en 1935 establecerse como fotoperiodista “freelancer” –por cuenta propia-. Tenía los suficientes contactos como para poder acceder a las noticias sin la necesidad de la cobertura de un medio de comunicación: porteros de hotel, conductores de ambulancia, camareros, policías… conformaban una extensa telaraña de informadores que a cambio de unos dólares hacían una llamada a “El Famoso Weegee”, que así era como firmaba Arthur sin ningún pudor.

Cinco horas con Weegee

Su cuartel general estaba en las comisarías de Manhattan, y conocía tanto la noche, que llegaba a predecir los tipos de delitos por las horas de la siguiente forma: De media noche a la una, mirones y exhibicionistas, de una a dos, asaltos a las tiendas todavía abiertas, de dos a tres, incendios y accidentes de coches; a las cuatro cerraban los bares y las broncas por exceso de copas eran habituales, los policías acudían a los garitos a echar a los clientes más remolones y aprovechaban para tomarse unas copas en la trastienda. De cuatro a cinco, allanamientos, cristales rotos… de cinco en adelante se producían los casos más graves, la gente se habían quedado levantada toda la noche preocupada por la salud, el dinero, el amor… y comenzaban a saltar por las ventanas. Duro, pero este era el material con el que trabajaba nuestro fotógrafo. La fama, para algunos mala, de Weegee se fue acrecentando hasta llegar a publicar en la prestigiosa revista Life en 1937. Al año siguiente, en 1938, se produjo un hecho que cambiaría sustancialmente el método de trabajo de Weegee. Gracias a sus buenos contactos con la policía, obtuvo el permiso para llevar una emisora policial en su coche siendo el primer civil al que se le concedía tal privilegio. Desde ese momento deja las comisarías y su destartalado Chevrolet se convirtió en casa y oficina. Todo estaba a punto para que nuestro protagonista volara por la ciudad con su cámara “Speed Graphic”, los informes de sucesos y la música clásica, eran la banda sonora de sus noches neoyorquinas.

A nuestro fotógrafo le gustaba explicar sus aventuras en la barra del bar Sammy’s y en los locales de la Photo-League, la más importante asociación de fotografía social de EE.UU. y que reunía a un importante plantel de fotógrafos y cineastas liberales con inquietudes sociales, lo que le costó ser perseguida durante la “Caza de brujas”. La Photo-League fue clausurada definitivamente en 1951 por supuestas actividades antipatrióticas nunca probadas. Fue en los locales de esta asociación donde Weegee realizó su primera exposición en 1941. Tanto el título –“El crimen es mi negocio”- como las fotos causaron un fuerte impacto. Weegee conoció en esta asociación a otros fotógrafos que no pertenecían al mundo de la prensa sensacionalista y, sin duda, esto hizo que sus intereses fotográficos y motivaciones sociales y estéticas se ampliaran.

Deformar la realidad

La fama del reportero se extendió por toda la ciudad y los círculos artísticos empezaron a fijarse en sus imágenes haciendo gala una vez más de su inmodestia y su sentido de la autopromoción y el espectáculo, añadió un “gran” a su nombre y pasó a llamarse “El Gran Weegee”. Hasta entonces los intentos de publicar su trabajo en forma de libro fueron en vano, editores y museos rechazaban este tipo de material, cosa que pronto cambiaría. Los jefes de redacción quisieron explotar la fama del fotógrafo y lo mandaban a cubrir actos sociales, fiestas y todo tipo de saraos del mundo de la farándula y la política. Sus fotos ya no sólo se publicaban en los tabloides, también en revistas como Life, Look, Vogue… Algunas fotos suyas fueron incluidas en exposiciones colectivas del Museum of Modern Art (MOMA) en 1943 y 1948. El conjunto de la obra de Weegee se empezó a valorar cuando se publicaron sus libros que mostraban una ciudad desnuda, precisamente así se tituló su primer libro, “Naked City” de 1945.

El año 1947 fue de grandes cambios en la vida de Weegee. Se casó con Margaret Atwood de la que se divorciaría tres años después y viajó a Hollywood donde residió cinco años. El director de cine Jules Dassin le compró los derechos del título del libro “Naked City” para realizar una película con dicho título e inspirada en el libro. Durante su estancia en la Meca del cine, Weegee realizó varios oficios en producciones cinematográficas, como técnico, asesor e incluso de extra en varias películas como “En busca de marido” protagonizada por Cary Grant en 1948. Siguió haciendo fotos para su libro sobre Hollywood y empezó a utilizar una especie de caleidoscopio adaptado por él al objetivo de la cámara. Con esta técnica hizo unas estupendas caricaturas que tuvieron mucha fama, quizá las más conocidas fueron las foto-caricaturas de Kruschev y Marilyn Monroe. La experiencia cinematográfica de Weegee continuó con la realización de cortos en 16 mm, como “Weegee’s New York”, “Cocktail Party” y “The Idiot Boy”. En 1963 llegó a ser asesor del mismísimo Stanley Kubrick en “Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?”.

Está claro que Weegee se dejó deslumbrar por el “starsystem”, pero estaba fuera de su territorio y volvió a Nueva York en 1952 y siguió haciendo fotos con su técnica deformante. Entre 1958 y 1959 hizo una gira por Europa y varias ciudades de la antigua URSS dando conferencias sobre su trabajo. Había dejado el periodismo activo y se dedicó a escribir y a la fotografía experimental. Saturado del crudo realismo documental al que dedicó toda su vida, la última etapa de la obra de Weegee está repleta de abstracciones y desnudos deformados con objetivos especiales. Enfermo de diabetes y con graves problemas de salud, Arthur Fellig, alias “El Gran Weegee”, murió el 26 de diciembre de 1968 a la edad de 69 años. Su compañera y discípula Wilma Wilcox, que le acompañó hasta sus últimos momentos, se hizo cargo de archivar y difundir su legado.

Periodismo de denuncia

La formación fotográfica de Weegee fue totalmente autodidacta y empírica. Cuando comenzó su trabajo desconocía a los grandes maestros que vivían en su ciudad como Stieglitz y Steichen, que eran inmigrantes como él. Sin duda, su relación con la Photo-League amplió los horizontes fotográficos del reportero. Esta asociación de izquierdas rompió con los elitistas y esteticistas “Camara-Club” tan en boga en esa época. Dedicados a la documentación de los barrios populares y a surtir de imágenes a la prensa progresista, a finales de los años cuarenta ampliaron sus objetivos estéticos y temáticos dando entrada a muchos fotógrafos que no se dedicaban a la fotografía documental propiamente dicha. Quizá Weegee empezó a conocer los trabajos de sus compañeros de asociación como Dorotea Lange, Aaron Siskind, MorrisEngel…

Un precedente de su trabajo sería el realizado por Jacob August Riis (1849-1914), un periodista de origen danés que se dedicó a cubrir los sucesos para la prensa neoyorquina entre 1877 y 1888. Utilizó su trabajo para denunciar la degradación de los barrios marginales y las condiciones de trabajo de sus habitantes. Solía acompañar sus reportajes con fotos realizadas con cámara oculta y fue de los primeros en utilizar un precedente del flash de magnesio. Publicó su trabajo bajo el título: “Cómo vive la otra mitad del mundo”. Las fotos de Weegee, como las de Riis, son directas, opresivas, expresionistas, de una luz dura proporcionada por el fogonazo del flash; es esta luz lo que hace que sus personajes destaquen sobre el fondo oscuro de la ciudad. Sin ninguna pretensión estética, estas fotos marcaban un estilo, seguramente no buscado por su autor, que conectaba muy bien con la estética del cine negro, la literatura “pulp” y las corrientes documentales de la fotografía urbana. Estaban destinadas a publicarse en una prensa barata y con medios de reproducción no aptos para recoger calidades y gradaciones tonales, por eso eran fotos muy contrastadas e ideales para los tabloides de la época.

Vecinos de Manhattan durmiendo en las escaleras de incendios para combatir el calor, niños sonriendo a la cámara mientras un cadáver yace en el asfalto, parejas captadas por la luz “negra” –ultravioleta, invisible al ojo humano- de su flash especial, las caras de total impotencia de las víctimas de incendios, la foto del asesinato del banquete de San Genaro, la fiesta del barrio de Little Italy, territorio de la Mafia, las damas enjoyadas entrando en la ópera mientras una vagabunda las observa… son algunas de las muestras del mundo iconográfico de Weegee. Los desnudos deformados, las abstracciones y la utilización de la técnica de solarización que popularizó Man Ray, marcaron su última producción fotográfica que recordaba a las vanguardias y la fotografía de los surrealistas.

Weegee: el ojo público

Los libros de historia de la fotografía dedican pocas líneas a la figura de nuestro personaje, así como a otras figuras que se han dedicado al periodismo gráfico, a excepción de los míticos Robert Capa y W. Eugene Smith, sin embargo en EE.UU., Weegee tiene muchos seguidores entre el mundo de la creación. Los guionistas de la serie televisiva “Expediente X” se encuentran entre ellos, por eso se inspiraron parcialmente en la vida de Weegee para uno de sus capítulos, concretamente para el titulado “Tithonus”, que nos habla de un reportero con capacidad para predecir la muerte y, como el mito griego que da nombre al episodio, está condenado a la vida eterna. Otro seguidor de Weegee es el director de cine Howard Franklin que no dudó en declarar que su película “El Ojo Público” era un acto de amor por este fotógrafo. En el filme, un fotógrafo de sucesos interpretado por Joe Pesci, se hace llamar “El Gran Bernzy” y recorre las violentas noches de Manhattan como en su día lo hizo “El Gran Weegee”.


Nota redacción: Este reportaje pertenece a una serie que Javier Coria publicó en el número 21 -págs de la 26 a la 55- de la revista de historia «Clío», en 2003. Con el título «Los fotógrafos que retrataron la historia», se habla de Weegee, Capa, Nadar, y Daguerre, entre otros.

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