En su discurso con motivo del cumplimiento del primer año de la guerra con Rusia, el Presidente Volodímir Zelenski señaló que “Ucrania ha unido al mundo”. Esta apreciación es, sin embargo, más que exagerada. Se puede decir con seguridad que Kiev ha unido a Estados Unidos, a la mayoría de los países europeos integrantes de la OTAN y a cinco de los seis países tributarios del Mar Negro. De estos, cuatro integran la antedicha OTAN: Turquía, Rumania, Bulgaria y Georgia. El quinto es Ucrania. Y el sexto es justamente Rusia, la enemiga. Desde luego, no se puede decir que los países que sustentan bélicamente a Kiev son el mundo.
Tal vez Zelenski asienta su definición en el hecho de que en la primera Asamblea General de la ONU relativa a este conflicto se condenó el avance ruso hacia Ucrania por 141 votos contra 5, con 47 abstenciones o ausencias. Pero estos 141 países no son tampoco el mundo.
La revista británica The Economist –intachable de prorrusa– presentó a comienzos de abril de 2022 un estudio en el que dividió los comportamientos de los distintos países frente a la guerra en tres posturas: a) los que respaldan la actitud rusa; b) los que mantienen una opción neutral; y c) los que acompañan las presiones de la gran potencia del norte y la OTAN. Lo interesante es que además de Estados contó, con especial atención, gente, es decir, los habitantes de esos países. Los resultados fueron los que siguen.
El primer grupo abarcó a 28 países que comprenden casi un tercio de la población mundial: entre ellos se encuentran China, Bielorrusia, Congo, Siria y Venezuela, entre otros de los que apoyaron a Rusia. El segundo grupo, que incluyó a 32 países, es el de los que optaron por la neutralidad: Brasil, India, Bangladés y otros, que representan casi otro tercio de la población mundial. Estos dos grupos suman 60 países. Finalmente, el tercero agrupó a 131 países que apoyan a Occidente, a la OTAN y otros, que alcanza a un 36% de la población mundial.
De modo que si vamos por el carril de los países prevalece una diversidad de aquellos encabezados por Washington y la OTAN. Pero si lo hacemos por el de las personas, los neutrales y los que apoyan a Moscú superan ampliamente a los occidentales y adláteres: son poco menos de dos tercios de los habitantes del mundo.
En fin, decir que “Ucrania ha unido al mundo” es una demasía que raya en el absurdo.
El rumbo de la guerra
Joseph Biden, que asumió la presidencia el 20 de enero de 2021, cambió el rumbo de las guerras que llevaba su país en ese entonces. La retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán transcurrió entre el 15 y el 30 de agosto de 2021, con lo que prácticamente cerró la centralidad bélica que hasta ese momento se habían mantenido en Medio Oriente y adyacencias. El Presidente norteamericano, sin embargo, no perdió tiempo. A partir de febrero ese año –es decir, antes de que se efectuara la retirada de Afganistán– comenzó un sistemático despliegue de fuerzas norteamericanas en el Mar Negro, que se fue haciendo cada vez más incisivo. ¿Cuál era el apuro de Biden? Chi lo sá.
El 2 de febrero, dos cruceros misilísticos norteamericanos ingresaron y recorrieron el Mar Negro: el USS Donald Cook y el USS Porter. Y el 11 de abril el Presidente norteamericano tuvo la anuencia de Turquía para realizar vuelos de aeronaves de guerra sobre el citado mar, muy probablemente con el objeto de monitorear las actividades rusas allí.
Entre fines de junio y comienzos de julio 2021 se desarrollaron las ejercitaciones Sea Breeze en el Mar Negro, que se venían realizando desde tiempo atrás. Esta última fue la más grande. Participaron 20 países de la OTAN: Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Polonia, Reino Unido y Suecia, entre otros. De la “cuenca” del Mar Negro lo hicieron Bulgaria, Georgia, Rumania y Turquía –las cuatro en la OTAN– y Ucrania: cinco de los seis países ribereños del Mar Negro. El otro –y único que quedó afuera– fue Rusia, ¡oh casualidad! Entre julio y septiembre continuó el tránsito de naves de guerra norteamericanas por el Mar Negro.
Así las cosas: ¿Quién quedaba implícitamente indicado como objeto de dichas ejercitaciones? Va prácticamente sin decir: Moscú. Y uno de los objetivos principales de esas maniobras fue la de ejercer presión sobre Rusia y en alguna medida, la de provocarla.
También hubo ejercitaciones aeronavales de la entente occidental en el Mar Báltico, sobre el que se encuentran dos ciudades rusas muy importantes: Kaliningrado y San Petersburgo. Entre otras, las maniobras Occidente 2021 y las que se hicieron en común, en 2022, con Suecia y Finlandia, entre otros países participantes.
Como bien se sabe, el 10 de enero de 2022 hubo una reunión en Ginebra entre Biden y Vladímir Putin, que no llegó a ningún acuerdo. Y el fracaso del encuentro fue total. Moscú, dicho en corto, reclamó respeto. Y Washington, que había mostrado los dientes nada menos que en el Mar Negro, habló de terceros: de la soberanía de los Estados, del respeto de las fronteras y de la libertad para los países vecinos.
Así las cosas, las puertas del conflicto bélico quedaron abiertas. Bajo esas condiciones, Rusia eligió el camino de la guerra, pero descartó el conflicto directo con la gran potencia del norte. Y avanzó sobre Ucrania, a la que tenía –desde el estallido de 2014, que se llevó por delante un Presidente filo-ruso– entre ceja y ceja.
Está claro que Rusia fue el agresor. Pero, ¿podía hacer otra cosa? Difícilmente. Las actitudes y comportamientos de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN en el Mar Negro llegaban al exceso y hasta la amenaza. De modo que si, por un lado, hubo una agresiva decisión rusa, por el otro, hubo una provocativa presión, que llevó a Moscú a una situación límite. ¿Urgía a la gran potencia norteña algún motivo específico? Que se sepa o se pueda desentrañar, no. Así las cosas, da la impresión de que se trató simplemente de una incomprensible, pero también apurada –como se ha mencionado arriba– decisión del Presidente norteamericano.
Merece ser mencionado, además, que ya con la guerra en pleno curso y convertido Washington en el socio de mayor de la dura carga bélica que lleva Ucrania, Estados Unidos y sus aliados han decidido aumentar la presión. En junio de este año se llevarán a cabo las maniobras militares denominadas Air Defender 2023. Participarán en ella nada menos que 25 países: Alemania, Bélgica, Bulgaria, Eslovenia, España. Estados Unidos, Finlandia, Francia, Hungría, Reino Unido y Turquía, entre otros. Se estima que participarán aproximadamente 220 aeronaves militares y que será el ejercicio más grande de la historia de la OTAN. El mando y control de las operaciones estará a cargo del teniente general Ingo Gerhartz, jefe de la Fuerza Aérea alemana, quien indicó: “Nuestros objetivos para este importante ejercicio son amplios”. Entre otros: “perfeccionar nuestra interoperatividad y permitir una disuasión creíble a un agresor potencial”. Las maniobras se desarrollarán en los espacios aéreos de Alemania, Polonia y República Checa.
En fin: ¿hace falta mencionar quién podría ser, en ese contexto y con semejante fuerza desplegada, el país agresor potencial al que habría que disuadir?
Final
Es asombroso el belicoso comportamiento de Biden sobre Rusia –que se extiende también hacia China– en un mundo acosado por tribulaciones económico-financieras intensas, en el que continúa acentuándose el deterioro de la otrora rampante globalización. Y que, por añadidura, marcha también hacia un nuevo escenario de trastornos geopolíticos.
El Presidente norteamericano da continuidad a las meras contiendas bélicas –obsérvese el anticipo del conflicto con Rusia, que es anterior al cese de los de Oriente Medio– como si fueran lo más importante del mundo. Da la impresión de que para él la guerra continúa o, a lo mejor, es meramente continua.
*Ernesto López es autor en el blog elcohetealaluna.com